miércoles, 16 de junio de 2010

El mal silencio.

El Mal Silencio.


Oh si, recuerdo cuando conocí a esa niña, a esa pobre niña, su triste historia… su silenciosa historia.


A mis 20 años yo me había recibido como músico, no era un prodigio pero no me considero que sea especialmente malo, pero tras una mala racha de empleo, fui contratado en una casa elegante para darle clases de piano a una niña pequeña, por la familia prestigiosa, yo recibiría un buen sueldo, así que acepte, la casa era relativamente grande (al menos lo era para mí), me acerqué a la puerta de madera fina y toque el timbre, a lo que el ama de llaves acudió, me dijo amablemente que pasara a la sala y esperase a la señora, que estaría lista en breve, era una mujer de al menos 30 años de edad, morena y cabello negro recogido que llegaba hasta la altura de los hombros, sus ojos también negros, nunca me miraron fijamente, siempre mantuvo su mirada agachada, con un rubor extraño, pero ignore aquel detalle y entre a la casa a esperar a la señora tal y como me habían indicado, observé que tenían un piano de cola, muy elegante al igual que el resto de la casa, sus muebles elegantes y sus decoraciones comunes, como porcelanas, esculturas, un hogar muy limpio y pulcro, la familia venia de un buen apellido y alta categoría, aunque para serles sincero no logro recordar el nombre ni el apellido de aquellos que habitaban esa casa, en mi cabeza solo resuena el nombre de la pequeña infante como aguijones zumbantes que resuenan al sonido mudo de su nombre, un demonio culpándome desde las entrañas del infierno menciona su nombre para torturarme todas las noches en la agonía que me acompañaría hasta ahora, en mi lecho de muerte, Clara…

El señor de la casa me recibió antes que su esposa, era un hombre alto y de cabello rubio, un voluptuoso porte de galán, vestía elegantemente y su facilidad de palabra era tan cómoda que adquirí confianza rápida y sólidamente, me hablo mucho sobre su empresa, logros profesionales, y como un buen padre mencionaba el afecto que tenía a su familia, en especial a su hija ¡que buen hombre era! Pensé yo por aquellos días, luego de un rato su esposa se unió a la conversación, era una mujer bella, de cabello negro y tez blanca, siempre con una gran sonrisa, rebosante de orgullo y felicidad, les hable un poco sobre mí y mis métodos de enseñanza, así que pedí ver a la niña a la que le enseñaría, el señor le pidió a su mujer que la trajera y está muy sonriente accedió, la vi entrar de la mano de su madre, oh valla que era una niña hermosa, cabello rubio bien peinado, luciendo un vestido infantil que reflejaba ternura, que imagine yo que vería un poco de pena y emoción al mismo tiempo, sería lo más natural, pero, fue extraño, sus ojos estaban, apagados, como los de un viejo moribundo al que sus hijos lo abandonaron, o como los de un instrumento desafinado en un triste sonido agobiante, estaba sola en el mundo, podía verlo en su mirada, sus padres seguían hablando, pero no les prestaba atención, mis ojos estaban petrificados en sus ojos azules, nunca había visto una mirada así en un infante, ni lo vería después, no me miraba a mí, en sí, no estaba observando nada, pero, sus ojos eran vacios, no podía sonreír aunque lo intentara, era como ahogarse en lo más profundo del mar, era como ver la nada, estaba viendo a un ángel triste y silencioso, un ángel atrapado en las garras de un oso, después de un rato de conversación (una muy fría por cierto) -¿puedo ir a mi habitación?- dijo la pequeña con un extraño tono adulto, era como escuchar la voz de una monja recitando cantos blasfemos, esa niña, ¿Cuál sería el misterio que aguarda? –Claro hija- le respondió muy sonriente su madre, antes de que se retirara exclame alzándome ligeramente -¿Cuál es tu nombre?- ella se volvió un momento a mí, dirigiendo su mirada fría hacia mí, pero esta vez, había cambiado, por un momento volvió a ser una dulce niña amorosa del mundo, -clara-, me respondió, acto seguido ella se fue a paso lento, quedándome un rato con sus padres, pensando en aquella niña, en aquella extraña niña de ojos azules, no dormí aquella noche, volvería a la semana siguiente.

Era mi primer día de trabajo, y llegue un poco nervioso al lugar donde impartiría mis clases, el señor de la casa aun no se encontraba, llegaría cansado del trabajo según me dijo la señora, la niña se sentó junto a mí, yo me sentía mucho más nervioso de que ella aparentaba, irónico hecho, comencé a enseñarle lo básico, sus pequeñas manos tocaban las teclas de una manera suave, muy distante, en verdad su frágil mente lo estaba, no está imaginando nada, no estaba impaciente por salir a jugar o aburrida de su nueva actividad, solo ella no estaba ahí, hago lo que puedo por hacerla hablar, nunca fui una persona muy "divertida" pero tenía esa necesidad, necesitaba saber que ella estaba ahí, que era una niña, era una sensación extraña, no lo lograría, de eso estaba seguro, tan distante como la nota más grave, paso el rato y su madre se retiro, que raro, si estuviera en su lugar no dejaría a mi hija junto a un extraño, luego de un rato rompe abruptamente en un desenfrenado llanto mudo, desbordando eso que sea lo que haya tenido dentro de sí, que no la dejaba ser una niña, sus pequeños y frágiles brazos me abrazaron y sentí una ternura que invadió mi cuerpo, al mismo tiempo que una desenfrenada excitación, que se calma luego de que ella alza su cabeza y posa sus tristes ojos sobre mí, para después regalarme un pedazo de cielo, una cálida sonrisa de niña, se había quitado un peso de encima, como por reflejo estuve a punto de preguntarle que le sucedía , pero un parte de mi sabía que no debía hacerlo, no. ella volvió a ser una niña, el demonio no debía volver, no aun, luego de que sus lagrimas secaron, sus ánimos volvieron, ella me hablo mucho, me hablaba sobre ¡piratas!, ¡hadas!, ¡duendes!, ¡dinosaurios!, sus fantasías me resultaban fascinantes y le escuchaba con atención mientras continuaba con mi enseñanza, pasaron varias horas de feliz y muy cómoda presencia de la niña, sus ojos otra vez volvieron a brillar, la sonrisa que antes no pude haber visto y que tiempo atrás me había sorprendió, ahora me parecía normal, dios me había regalado la presencia de un querubín, pero, poco a poco la expresión de su rostro fue cambiando, sus labios se doblegaban más y más, como cayendo en un obscuro pozo de agua hirviendo, hasta que su sonrisa desapareció por completo, y sus ojos ahora lagrimosos, eran como los de un conejo a punto de ser cazado por el ser mas depravado del mundo, el hombre mismo, la sombra detrás mío se iba proyectando en las teclas del piano poco a poco, sentí una extraña tensión que invadía mis nervios por un instante cuando supe que tras de nosotros había una presencia, pero me percate de que era le presencia del señor de la casa, entonces ¿Por qué este temor?, sus manos tocaron los hombros de Clara suavemente, no como los de un padre, sino más bien como los de un amante, su voz grave me dijo mirando hacia el frente, -lo espero la semana próxima, estoy muy cansado y quisiera leerle un cuento a mi hija antes de dormir, buenas noches…- padre e hija tenían una mirada distante, clara volvió a su mirada temerosa, ojos llorosos e inocencia perdida, al contrario de su padre, su sonrisa, era diferente a la sonrisa hipócrita y triste de su madre, el estaba feliz, excitado, impaciente, esperando disfrutar a su presa.



Pasaron las semanas, Clara me contaba cada una de sus fantasías, tocaba el piano de una forma alegre, decía que quería ser una pianista, una doctora, una profesora, muchas cosas, oh, dulce Clara, puedo decirte que te amo, podría decirte que te protegería y te adoptaría como mi hija, que te resguardaría, pero, luego despierto de mi cálido sueño basado en mis recuerdos y me doy cuenta que estoy en medio de la trinchera en plena guerra años después de mi error deseando volver a dormir para imaginar que hice bien las cosas en aquel entonces, ahora estoy tirado en una cama de hospital aun varios años después, en silencio.

Había algo que me parecía raro, lo tendría claro después, pero en ese momento mi mente todavía divagaba el asunto, o quizás mi subconsciente ¨moral¨ no quería aceptarlo aun, como me era cotidiano esa tarde fui a la casa, estuve con Clara como era costumbre, oh dulce Clara, tu personalidad era como la de un pequeño ángel rebosante de alegría por instantes, pues tu alma se encerraba en una cárcel oxidada asediada por hordas infernales, me hacía preguntas simples a las que respondía gustoso, ¿tienes mama? ¿Cómo se llama? ¿te gustan los perros?, preguntas típicas y a veces interesantes que me hacían reír, su sonrisa comenzó a decaer nuevamente, era claro, había llegado su padre, debía ya retirarme, -hasta mañana- me dijo el hombre -buenas noches- le respondí cortésmente, pero aun no me iría, no, debía saberlo esta noche, recogí mi mochila donde guardaba lo necesario, pero en lugar de dirigirme hacia la puerta para retirarme hasta mi hogar, subí sigilosamente las escaleras, no hice ningún ruido, nadie podría siquiera enterarse de que allí me encontraba, pero yo tampoco escuchaba ningún ruido, todo era excesivamente silencioso, comencé a sudar nerviosa y agitadamente, mi corazón palpitaba alarmantemente, las paredes exclamaban silencio, todo era tan desesperante, como si me culparan, el pasillo carecía de cualquier ruido, a excepción de murmullos leves apenas audibles, pero ya estaba frente a la puerta de la habitación, no había marcha atrás, toque el picaporte con la mano y piernas temblorosas, no era lo más prudente, no sabría lo que haría después de abrir esa puerta, tal vez mi imaginación estaba viajando de más y solo encontraría a un padre dándole el beso de buenas noches a su hija y a una niña abrasando un conejo de peluche y… -señor no puede estar aquí- era la ama de llaves, su mirada apuntaba al suelo, y sus manos estaban cruzadas en su vientre, yo intentaba mirar sus ojos, pero la mujer estaba desviada, no indague ni indagaría mas, y Salí corriendo de ahí, no volvería a intentar nada hasta mucho después.

Clara había cumplido 9 años, fui invitado a su fiesta de cumpleaños, por ser ya algo cercano después de varios meses de servicio, gustoso asistí, la celebración me pareció muy monótona, había varios familiares suyos con trajes de marca y muchos niños bien vestidos jugando y comiendo pastel, Clara prefería sentarse junto a mí, supongo que se sentía protegida, recibió muchos regalos, de los cuales ninguno abrió, su madre ese día le dio un conejo de peluche, le pidió que nombrase su nuevo juguete, Clara nunca lo hizo, pasaron las horas y los invitados fueron retirándose, escapando diría yo, ese día la ama de llaves no asistió por razones que aun desconozco, desde aquel día no volví a verla, yo aun me quedaría en la casa, no podía irme aun, no podía escapar como los demás lo habían hecho, algo me lo impedía, tal vez, el hecho de que había demasiado silencio, después de que ya no había ningún familiar me disponía a despedirme de Clara y sus padres, les busque por la casa pero no encontré a ninguno, me dirigí a la cocina y observe que ahí estaba la señora de la casa con una botella de vino de marca tomando copas, una tras otra, mientras sollozaba en silencio, me acerque lentamente a ella, no me incumbía, pero había una fuerza que me atraía hacia aquella mujer, me senté a su lado sin decir una sola palabra, así que entre llantos ella exclamo: -es igual todos los días, cada noche, el lo hace, no me toca, solo a ella, todas las noches, solo… lo hace, solo… me dice que lo espere, solo…- volvió a caer en llanto, me llene de una extraña rabia hacia aquella mujer, pero después un inevitable temor, no había ruido, nada, ese un silencio inquietante… un silencio… lentamente me levante de donde estaba sentado, me dirigí hacia la habitación de Clara, temía que ¨estuviera leyendo un cuento¨ temía lo que aquello significase, paso a paso sentía un liquido frio subía hacia mi cabeza, no había ruido alguno, las paredes parecían culparme otra vez, no había viento, no había obscuridad, la casa de pronto pareció un circo burlón sin siquiera parecerlo, ese silencio se burlaba de mi, ese silencio estaba a punto de volverme loco, esa mirada… ¡por dios! ¡Ya estaba ahí!, dentro del cuarto de Clara, temía la propia verdad, temía al silencio, esos ojos azules tenían su mirada fija sobre mí, y su cuerpo balanceándose una y otra vez, violentamente, su cuerpo pegado al de su padre en un violento y asqueroso acto de violación, la mirada del hombre era aguerrida y excitada, su sonrisa era como la de un guerrero disfrutando la masacre por la que luchaba, agitado, babeando asquerosamente mirando solamente a su pequeña hija, tratándola como a una prostituta mas sin cariño ni respeto, Clara, ya con nueve años de edad, solo me miraba a mí, desilusionada, sabía que sería uno más del silencio, estaba triste, distante, ahogada en su dolor, ese día perdimos a un ángel, desperdiciamos una bendición, ese día el hombre perdió un placer que no conocería como espectador, o al menos es lo que yo he pensado y pienso, hasta en mi lecho de muerte.

Al quedarme petrificado ante tal escena, no podía evitar su mirada, la angustia, la culpa, la aberración, y me apena aceptar que la excitación que sentía me estaba comiendo, ¡estaba a punto de perder la cordura que creía poseer! ¡Malvados demonios verdugos de la razón dejadme en paz de una vez!, detrás mío sentí la presencia de la hipócrita mujer, me volví hacia ella desligándome del mundo por un relámpago obscuro, y me vi frente a la señora de la casa con su macabra sonrisa llena de hipocresía, rencor, envidia y sobre todo, silencio, un mal silencio… me pido muy alegremente que me retirase, cobardemente accedí… Clara, perdóname por aquel día.

Ahora cada día era una agonía, no podía recordar aquella escena sin vomitar, rondaba la casa de un lado a otro, mortificado por las macabras penas que me seguían, esperando que haya sido un mal sueño, o que me dijeran que fue todo una broma con un humor negro y bizarro, pero todo aquello se salía de mi lógica, esa casa se había vuelto peor que el mismo infierno, era mi infierno, pase largos días y noches eternas acosado por sombras y demonios bailarines interpretando infernales sonatas, las paredes eran rostros que suplicaban el dolor que Clara sentía, las paredes siempre me culparon, las paredes eran el jurado de mi alma, era Minos juzgando la magnitud de mi pecado meditando el castigo que merezco meneando su cola, ¡dejad de atormentarme de una vez!, me arrinconaba en mi casa para que los diablos no me atraparan, trataba de ver por la ventana pero el silencio y la tranquilidad de las personas era aun mas desesperante ¡¿Qué acaso no saben lo que pasa ahí afuera?! Hay un universo de dolor a su lado y no hacen nada, oh dios mío ayúdame a saber qué hacer, podría ignorarlo, no volver a aquella sala de tortura, pero tenía que regresar ahí, no podía escapar, pero era una vergüenza tener el descaro de pararme junto a Clara sabiendo todo lo ocurrido, lo que seguía ocurriendo, ahora el señor me miraría con una extraña sonrisa, no como la de la señora, si no como la del las paredes, burlándose irónicamente, pero Clara, ella, estaría desilusionada, y tenía razón de estarlo, ningún alimento podía pasar por mi estomago, no logre conciliar el sueño en varios días, estaba semidesnudo en aquella culpante habitación de la cual no poda salir por vergüenza, las paredes ¡malditas sean! Pero ellas me dijeron, ellas me susurraron en extrañas y antiguas lenguas que solo los arboles podían entender, me dieron el estandarte de lo que tenía que hacer, oh perdóname Clara, entiéndeme, pero tenias que regresar, debía hacerlo, oh Clara, lo siento.

Estaba tranquilo una vez más, vestí de traje, me arregle bien, y fui a trabajar, entre a la casa muy sonriente y alegre para no levantar sospechas, salude amablemente a los señores y les explique un pobre pretexto acerca de mi ausencia, hablaba como si yo nunca hubiese visto nada, para ellos era natural, luego de un rato de odioso dialogo entre cerdos me dispuse a darle su clase a Clara, ella aun me miraba con curiosidad, era la única que sospechaba algo con firmeza, la señora me observaba con esa sonrisa de hiena hambrienta, pero luego de un rato ella se fue, su expresión cambio, era claro, abrazaría a Baco y sus vinos de marca, pasaron unos minutos y guarde absoluto silencio, con lo que Clara me mira fijamente, sus ojos estaban entre el delgado hilo de la curiosidad, tristeza y esperanza, lo presentía de alguna forma, perdóname…

Yo me levante del asiento del piano, y dirigí una sonrisa a Clara, pero no me detuve a ver su expresión, solo tenía unos minutos antes de que el dragón llegara a su cochina guarida, lentamente camine hasta la cocina, oh si, ¿te gustaba guardar silencio? ¡¿Querías que te tocaran?! No quería hacer ruido así que le corte del cuello con el cuchillo que traía ya preparado, su sonrisa se había borrado nuevamente, yo no quería eso, perdía sangre al mismo tiempo que su sonrisa se borraba, ahí no terminaría todo, faltaba el acto final, así que tenía que prepararlo, el señor merecía una espectáculo, así que lo prepare frente a la puerta, pero antes, me volví a la habitación donde Clara se encontraba, acaricie su cabeza manchándola con sangre sin darme cuenta, y le dije que no sufriría mas, pero que se quedase allí, sus ojos lagrimeaban, estaba confundida pero feliz por una parte, ya después se lo explicaría, y al fin, escuche la puerta, seguido de un grito seco, al que corrí para presenciar, oh si, esa escena me gustaba más, había un cerdo con máscara de hombre asustado por ver a su mujer sin piel y con los senos descarnados y deambulando por el suelo, a excepción de su rostro, no, ese lo deje intacto, quería que lo viera como yo lo vi, que le torturara como me torturo a mí ,esa falsa sonrisa, pero, era su turno de conocer a la bestia, si, lo mate, pero antes, lo torture, ¡y lo viole también! Me rebaje como él para vengar a un ángel, me sentí como una mano justiciera sin piedad ni pulcro, luego, no sentía remordimiento, no sentía ya nada frente a una carnicería tal, apenas y se cómo lograr todo eso, me levante del matadero para ver a Clara, seguía parada espaldas al piano, me miraba con sus ojos azules, deseando una respuesta, oh volvería esa mirada infantil, lo sabía, pese a que estaba confundida, muy confundida, dudo que sabría con exactitud lo que hice, pero aun así, ella se acerco lentamente a mí, me puse en cuclillas, acaricie su cabeza una vez más, sentí sus frágiles brazos unirme a mí, me abrazo fuertemente, pero esta vez me tocaba a mí el turno de derramar lagrimas, pero, debía hacerlo, Clara, no perteneces al reino de los humanos, la separe lentamente de mi, y mis manos cubrieron su pequeño cuello, su expresión me miraba aun con cariño, mis manos fueron apretando cada vez mas fuerte su cuello, su vida iba disminuyendo al paso de que su cara cambiaba como una triste mutación, oh… perdóname, su corazón dejo de latir de manera lenta, más lenta cada vez, ese pequeño corazón que tanta ternura nos causo una vez, había quedado en… silencio… oh Clara perdóname, oh clara, te amo.

Pero oh pequeña Clara desearía haber hablado antes, desearía antes poder haberte rescatado del dragón, el dragón del capullo silencioso en que viviste… un agobiante e impotente silencio al que te sometiste cada noche, soportando los caprichos enfermos de un simple hombre en mascara de sociedad, ahora ha acabado todo en tragedia, tanto para el demonio que te ha arrebatado lo más preciado de la niñez, y de la vida, tanto al dulce ángel del que debería ser una bendición para nosotros. Clara, cada noche atacada fieramente por la depravación del ser humano, no hay culpa, así es el mundo, pero, ¿tenía que ser a ti? Me agobio cada noche al recordar todo lo ocurrido, me agobio el pensar lo que hice, saber que tú te rebajaste al nivel de nosotros los humanos, inocente ángel, ahora, tu recuerdo nos queda, desearía poderte recordar de otra forma, así que, yo un viejo moribundo de cáncer escribe una de sus memorias más obscuras de su vida, deseando que no hubieran sucedido, deseando cambiar al mundo pero no es posible, el mundo no merece ángeles, no merezco de tu bendición, ahora, siento que mi alma se va, no se a donde, pero, se que la tuya ahora está con mas seres alados como tú, oh Clara ahora, por fin hay silencio.




Luis Javier Cervantes del Angel - Historia inspirada en ¨amigo relleno¨ de Jason Yungbluth.