viernes, 3 de septiembre de 2010

El Vestido azul

Dios ladrón del deseo de tus hijos, incomprensible para nosotros el motivo de tus actos, no sé si llegue a tu reino pecando contra tus leyes. Y renegando a la que nueve meses me llevó en el vientre, espero no molestarte con la pregunta que cargo desde el día que nací, ¿Qué soy? ¿Qué debo ser? mi alma carece de la sabiduría de saber la respuesta a estas dos preguntas que me atormentan como escalofriantes fantasmas bailando sus extrañas danzas alrededor de mí, cantando alegremente sus versos obscuros para confundirme del trayecto de mi vida, júzgalo tú, Ho amigo mío, juzga mi historia y podrás responderme, ¿es culpa de Dios? ¿o es culpa del hombre mismo?.

-¡Te verás preciosa hija mía!-dijo mi madre alegremente luego verme entrar por la puerta de madera vieja de mi casa, mi madre era una mujer obesa de caderas anchas, de piel casi albina y con numerosas pecas que rodeaban sus amplias mejillas, su mirada observaba ambiciosamente mi figura magra de carnes –¡este vestido se te vera divino!-, me dijo sin dejar de observar mi flacucho cuerpo joven, acto seguido, saco detrás de sí un frondoso vestido azul cielo, adornado con encajes muy bien detallados, antes de que pudiese dar un respiro, me tomó agitadamente del brazo para así probarme aquel vestido color del cielo que con tanta alegría me puso, ¡arregló aquí y allá!, y luego de un agitado trabajo de costura, termino de arreglarme aquel bonito vestido azul cielo, y nuevamente, sin darme un solo aliento, balbuceando lo hermoso que se veía “su preciosa hija”, se dispuso a maquillarme con todo su armamento de cosméticos baratos, labios pintados, delineador, un poco de rubor y listo, los mórbidos deseos de aquella mujer de caderas anchas que por madre me designo el destino, había cumplido su capricho extravagante, a lo que gratamente dijo; ¡no hay niña más hermosa que mi hija!-, y sonrientemente observo mi cuerpo de pies a cabeza para por fin agregar a su burdo discurso –ahora… solo hace falta cortártelo-, dijo en un tono bajo, frío y al mismo tiempo burlón, agudizando la mirada, que a mi perspectiva parecía una hiena a punto de estallar en una nauseabunda carcajada, parecía a mis ojos la reina roja esperando a que sus vasallos cumpliera sus patéticos e infantiles caprichos, al termino de tan macabra frase, corrí hacia mi habitación escapando de mis temores, me tire a un rincón a llorar por motivos que tal vez puedan comprender, al paso de unos minutos ya que mis dolores se habían mitigado, me levante de aquel rincón que me servía de guarida contra horrores propios, y a un tiempo lento y suave, me desnude por completo, sentí la suave seda de mis vestiduras recorrer suavemente mi cuerpo al paso de la sensación fría del gélido aire rosando mi piel, sintiendo un inocente nerviosismo que no llegue a comprender a esa edad, cerré los ojos y pose mi cuerpo frente al espejo, di un suspiro profundo y abrí lentamente los ojos hasta poder observar mi imagen en el espejo, lo que vi no fue más que una figura sin senos, pelo castaño, un rostro aun maquillado y algo corrido debido a mis lagrimas, huesos delgados cubiertos por piel blanca, ojos cafés, y un pene… si, seguía siendo un niño, la niña preciosa de mama.

Pasaron varios años desde aquel tétrico día del vestido azul, aunque, a decir verdad, varias noches ese vestido aparece en mis más temibles pesadillas posado frente a mí como un objeto inanimado, sin querer suponer lo que ello traería consigo, rompí aquel vestido que tanto temor me causaba claro está, mi madre se enojo mucho conmigo aquella vez, incluso me golpeo, pero creo que valió la pena, de igual manera, fue hace mucho. Estaba ya en el ocaso de mi niñez, dando paso a la primavera de mi adolescencia, recuerdo bien esa noche de agosto, recuerdo que fue la única vez en que no pude dormir, pero al contrario de otras noches en que no lograba conciliar el sueño debido al llanto y al miedo, esta vez estaba ansioso,era si como se abriera la puerta al paraíso dando paso a una nueva vida de felicidad y amigos que me querrían como soy, oh si, esa fue una de las contadas veces en que me sentí feliz en verdad, por aquellos días tenia esperanza, quería vivir, era, y en cierta forma, es mi mayor anhelo.

Oh hermanos míos que me acompañan en mis más profundos desahogos, si supieran lo que aquellos días conllevaron el deseo de conocer un amor puro, las semanas próximas de la llegada de las clases se hacían casi eternas y la ilusión inconsciente de amor se hacía cada vez más intensa, incluso parte de mi pudo llegar a olvidar a mi madre, que me apena aceptar que la veía con asco, sin ningún cariño, deseando ávidamente su desaparición total, pero tampoco le deseaba daño alguno, solo deseaba que no estuviera ahí de alguna forma, pero, olvidemos esos inmorales pensamientos, ya había llegado el día prometido por la dicha del destino, el día de benevolencia absoluta, de una vida bienhechora, que mas adentrado en ella, me decepcionaría tanto.

No sabría como describirles la profunda depresión en que me sumergió conocer la naturaleza de las personas, podía ver en sus actos, en sus miradas y en sus mismas palabras lo podrido de sus almas, sus jóvenes y aun insensibles almas eran muy diferentes, pero todas estaban unidas por algo, ignorancia, pero no una intelectual, si no una ignorancia que resultaba realmente nauseabunda, que me hacia exasperarme en una cólera inmensa, y al mismo tiempo, entristecerme casi tanto como recordar los aterradores recuerdos que mi madre me dejo, había algunos que pese a la felicidad de la que presumían gozar, deseaban mal a las personas que nunca le hirieron, había otras que desaprovechaban el bien que se los otorgo al nacer, u otras que simplemente negaban ver mas allá de lo que sus ojos podían ver, así simplemente, no pensando.

Pero de entre obscuras selvas de cruel morbo y cazadores sin alma encontré a la dama que tanto había anhelado encontrar ¡Sofía por los ángeles llamada! Alma benefactora, musa que enriquece mi alma de figuras bellas y hermosas poesías, aquella mujer que con tanto fervor deseaba encontrar por fin se presentó ante mí, atrapándome con su cautivadora belleza, una personalidad tan única y sagaz que me alegraba tan solo verla, solo tenía el inocente deseo, de por primera vez saber cómo sería rozar mis manos por su pelo negro y corto, su piel ligeramente morena adornando la fauces de mi aura, deseaba sentir sus manos tomada de las mías y saborear sus labios sin ningún morbo y así sentirme amado en verdad sabiendo que soy capaz de darle mi amor a una mujer sobrada de buenas intenciones.

No deseo hacerles perder el tiempo, porque a decir verdad, no quisiera agobiarme más, puesto que, aunque los sucesos que relatare en esta parte de la historia, son los únicos sucesos felices de mi vida, no hay nada más dolorosos que los recuerdos felices en tiempos de tormenta, pero me enorgullezco de presumir que goce de felicidad aunque sea una vez en la vida, proseguiré entonces, el amor que sentía por Sofía crecía cada vez más, y me limitaba a observarla y fantasear en las lejanas posibilidades de poder cumplir estas, escribía diversos pensamientos intentando crear poesías, pensamientos que me costaba admitir eran realmente bellos, por cierta modestia, aunque muy en el fondo sabia que lo eran, día tras día quedaba hipnotizado observando sus ojos cafés y su mirada alegre, sus movimientos no eran pada nada bruscos, eran suaves y sagaces, hasta que un buen día, ella se acerco a mí, acción que me puso profundamente nervioso, y en un muy corto plazo, se volvió mi amiga, era graciosa, y muy cómodamente conversadora, tenía un personalidad y tolerancia única, en cambio, por mi parte, era tímido y resultaba difícil entablar una conversación conmigo, en cambio ella me hacia ser diferente, pero aun me sentía limitado, Sofía, era de mediana estatura, al igual que yo, su piel era ligeramente morena, tenia facciones suaves, mirada segura, senos algo desarrollados para su edad, cabello lacio no muy largo que le hacía ver preciosa, sus manos eran muy suaves y se helaban con gran facilidad, su rostro de hechura redonda era tan linda que no le hacía falta el maquillaje que hacía parecer repulsivamente payasescas a muchas mujeres, era sin duda el ángel de la nueva vida.

Una buena mañana inesperada, decidido y con las agallas tan puestas como aquel día e que destruí el objeto de mis temores, le confesé mi profundo amor, a lo que para mi sorpresa, ella correspondió.

Fueron 2 meses de júbilo total, y amor puro, cumpliendo yo todas mis humildes fantasías recibiendo el cariño que por varios años desee con paciente fervor, durante ese tiempo me porte rebelde con mi madre, pero yo era feliz y le presumía impertinentemente lo feliz que era, siendo varias veces golpeado por ella, desmoralizado por sus palabras, y aun asi, me sentía feliz, creía que era más intenso el amor que sentía por mi amada Sofía, y así era, oh hermanos míos, con un gran alborozo recuerdo aquel día, en que en un desborde de pasión hicimos el amor los dos por primera vez, fue la única que vez en que me sentí amado, aceptado y me sentí al mismo nivel que Sofía, me sentí un hombre aquella vez que puedo decir que la ame, pero también debo decirles, que fue la última.

Durante aquellos días de libre albedrio en mis acciones y sentimientos de júbilo, mi vida solo rodeaba en torno a Sofía, pero durante las vacaciones ella salió de viaje, y sosegado le espere, como caballero en un calabozo, espere pacientemente su llegada encerrado en mi casa con el ogro al lado mío, asechándome con una mirada enfurecida, hasta que llego aquella noche lluviosa de agosto, la maldita noche de agosto.

Ese día mi madre había llegado con un hombre a la casa, cosa que me era ya natural, pero a diferencia de otra veces, ese hombre me miraba de forma muy extraña, tenía una apariencia realmente asquerosa, y de su piel sudada podía percibirse un aroma a cerveza quemada, mi madre le indico a este hombre que entrara a su habitación, a lo cual este accedió, mi madre le siguió enseguida, y mientras esta entraba su mirada se quedaba perpleja en mi mientras sus ojos parecían agujas expresando meramente un confundido placer.

Pero, ¿para qué tomar en cuenta esos detalles? ¡Sofía llegaría justamente esta noche! Y para mañana la tendría ya entre mis brazos y podría amarla otra vez, lentamente cerré los ojos embebido en el recuerdo de la imagen de mi ángel amado.

Entonces, como una fugaz saeta escuche de súbito un golpe seco, acto seguido, sollozos, salte de mi cama alarmado sin poder moverme, y entonces, vi aquel hombre entrar por la puerta, aun más sudado, y con la mirada puesta sobre mí, fue entonces cuando note que aquel sujeto se aproximaba hacia mí, y fue cuando perdí la razón, y olvidando todo aquello porque creía vivir, cuando pude recobrar el conocimiento de lo que estaba haciendo, vi que ese hombre emitía gemidos agudos y que resultaban enfermizos, dándome cuenta pues que estaba manteniendo sexo oral con aquel hombre, y me estaba provocando placer, y aun mas, sentía vergüenza al recordar el amor que sentía por Sofía de un brinco me aleje de aquel hombre, mientras este extasiado mantenía la mirada perdida por la habitación, mi respiración era agitada y mis pensamientos daban vueltas sin cesar buscando una explicación de cómo había podido caer así en un cambio tan promiscuo que me parecía tan aterrador, y como un demonio tentador, en mi cabeza escuche la voz de mi madre que me decía ¨córtaselo¨ y así lo hice, complací el mórbido deseo de mi madre, mientras yo aterrado, veía como aquel hombre gritaba y se desangraba, ensordecido por aquella escena, Salí corriendo veloz mente hacia donde se encontraba Sofía, mis lagrimas brotaban confundiéndose con los de la lluvia y mi respiración agitada se convertía en la tos de un fumador decrepito, ella no estaba, llegaría, era lógico, pero mi mente estaba confusa, así que a paso lento y a pensamiento lerdo, regresé a mi casa, con toda tranquilidad, y con la mirada gacha entre por aquella puerta de madera vieja, busque la habitación donde estaba mi madre, dispuesto a perdonarla, si, perdonar toda causa de mis desgracias, pensaba que merecía mi perdón, pero el cuadro que encontré, me pareció tan aterrador, decepcionante y tonto, era no más que una mujer obesa, semidesnuda mostrando sus decaídos dotes de lo que alguna vez fue una persona, lloriqueando, y con un objeto estremecedor en sus manos, ¡ese maldito vestido azul! ¡Lo había remendado! Sin detenerme a pensar, cerré la puerta, tome una soga, y aquí estoy hermano mío, a punto de suicidarme por los horrores vividos a lo largo de mi vida, escribiendo estas últimas palabras deseando que alguien se conmoviera por esta historia, ¿Qué? Oh, ya puedo verlo, puedo por fin encontrar la respuesta que tanto busque, y al fin recapacitar, a punto de llegar a la soga que daría fin a mi vida, mi ángel conmovedor entro, sin juzgar todos los errores que cometí aquella noche de agosto, ella, sin decir una palabra, aprovechando el silencio, me tomo de las manos, me beso, y me dijo ¨eres un niño¨ le dedique una sonrisa, me levante, y camine con ella, dando el ultimo paso hacia la puerta de madera vieja.