domingo, 26 de diciembre de 2010

Una historia de juguetes.

Las olas lucían apacibles aquel buen día de diciembre, pese a que era invierno, podía percibirse una reconfortante calidez que hacía imaginar que el invierno tenia alma de verano, las villancicos estaban próximos a escucharse y los niños comenzaban a alborotarse, el aroma a pino se percibía en el ambiente, y justamente esa mañana podían escucharse leves golpes dentro de una caja de cartón abandonada frente a una casa de clase media, en ella se escuchaban ligeros murmullos ¿Qué seria? Nada más, ni nada menos que unos revoltosos juguetes, esperando con cuantiosa paciencia al niño o niña que les adoptaría y jugaría con ellos, estos juguetes rebosaban de felicidad y buenos recuerdos de sus antiguos dueños, estos eran muy muy viejos, quizás del siglo pasado, pero no eran cualquier clase de juguetes, estos poseían el don de la vida, pero con la condición de solo usar este don cuando nadie los viese, así no se causarían una sorpresa inesperada ni alterarían lo que se toma por realidad, y esos juguetes accedían gustosos a seguir esta regla sin reproche alguno.

–¿ya llegamos?- dijo animoso Yacambú, expresando el júbilo que sentía, Yacambú era un títere de madera, había sido traído desde Venezuela muchos años atrás, y peculiarmente este estaba completamente en blanco, solo podían observarse sus ojos de botón y la pintura del resto de su cuerpo, ya dejando ver la madera bajo de esta debido al paso de los años. – ¡no aun no! – Dijo Michelle ya un poco desesperada, ella era una muñeca de trapo de cabellos rojos y ojos negros, tenía un vestido blanco y antiguo, chapas rojas en las mejillas y una gran sonrisa, - pero ya no nos movemos – respondió Yacambú, - creo que tiene razón, ya no nos movemos, ¡hemos llegado ya! – era Abejin, él era una abeja de peluche de grandes ojos saltones, color negro y amarillo como las abejas de verdad, -shh esperen creo que viene alguien- susurro Yacambú, los tres juguetes de antaño sintieron como levantaron la caja de cartón, emocionados estuvieron a punto de gritar, pero prudentemente contuvieron sus ánimos, cautelosamente intentaban ver por algún orificio de la caja, pero les resulto imposible, la caja se movía de lado a lado, subían de arriba abajo, -estamos subiendo unas escaleras- pensó Abejin, escucharon unas voces inaudibles para ellos, murmuraban cosas que no podían entender, quizás eran indicaciones, era lo más coherente, aunque la expresión de Michelle se tornaba reflexiva, Yacambú se preguntó porque, pero esta duda se desvaneció cuando súbitamente los juguetes volvieron a su estado inanimado al ser soltados sobre un suelo de madera. No había nadie en esa habitación, no había ningún niño que esperase su llegada emocionado, balbuceando las mil y un ideas en las que podría jugar, personalmente Yacambú decía admirar la imaginación de los niños, aunque este se lo decía a Abejin, pero no le comprendía, y cuando se lo decía a Michelle esta no le prestaba atención alguna, -¿dónde está el niño?- pregunto Abejin observando todo el lugar, -quizás no se encuentra en casa, y llegue más tarde- le respondió amablemente Michelle, Yacambú se limitaba a hablar, en realidad no tenía animo alguno de sacar alguna conclusión, o de persuadir a Michelle de alguna de sus ideas soñadoras, prefería distanciarse por un momento para así encontrar la respuesta de sus extraños ánimos, ya tenía lo que con tanto fervor deseaba durante los años de abandono ¿Por qué esa sensación? ¿Será quizás el ambiente?, no es demasiado agradable para el –es- susurro –el simple hecho de la ausencia de nuestro nuevo niño- dijo Yacambú sin saber que simplemente se estaba engañando a sí mismo. Esa noche no sucedería nada más, no les restaba más que dormir, por ahora, no hay nada más que intentar saber e indagar, aquellos que cobran la vida misteriosa, la belleza compleja, deberán morir una vez, ya nacerán al día siguiente.

-¡ya es navidad!- grito Abejin emocionado, hecho que despertó a Yacambú compartiendo la felicidad que sentía, Michelle, también alegre se despertó con pereza, pero en ese instante escucharon pasos que se aproximaban. – ¡alguien se acerca!- grito alarmada Michelle-, a lo que los juguetes se quedaron inmóviles por inercia, pero los ojos de Yacambú seguían alertas, no podía evitar estar vivo para ver al infante que tanto habían deseado, quería que jugasen con ellos, y así, su mágica existencia tendría algún sentido, el momento esperado por los tres juguetes de ébano, su razón de vivir, entonces, ¡se abrió la puerta de golpe!, y entro una bella niña con un conejo de peluche en mano, su cabello castaño estaba recogido por una coleta, ojos de un café fulminante, sus facciones eran típicas españolas, no tenía nada en particular, si no la belleza que todos los niños poseen, esa atracción tierna que despiden cada uno de ellos, con sus acciones y ocurrencias. La pitusa de ojos negros aventó el conejo hacia su cama, distraída completamente, quizás algo aguardaba más importante que sus viejos juguetes, pero antes de cerrar la puerta, se detuvo súbitamente, y dirigió su mirada hacia sus tres nuevos y desconocidos juguetes, más específicamente al títere latino, se quedó quieta por unos instantes observándole detenidamente desde los escasos dos metros en el cual se encontraba… se acercó al estante…, y tomo al monigote por el torso observando directamente sus ojos de botón, Yacambú por su parte se quedó embebido en su fulminante mirada, con la mente en blanco, después de unos instantes, escuchosé un grito -¡Andreina!-, aulló una voz seca de un hombre maduro, de manera lenta y delicada, la niña dejo a Yacambú en el estante de pintos colores en el que yacía, Yacambú no podía dejar de verle a los ojos, Andreina le sonrió, y exclamo en una voz suave, sin dejar de sonreír, –ayúdame-, lentamente salió por la puerta, dejándola entreabierta, y sus pasos dejaron de escucharse lentamente, hasta quedar en silencio.

Andreina… recitaba el títere, una y otra vez, en voz baja, -es realmente hermosa- dijo Michelle impresionada, mientras se acercaba lentamente a Yacambú, -¿pero qué hay del nuevo?- enuncio Abejin intentando subir a la cama donde se encontraba el conejo de peluche, los tres reaccionaron percatándose de que había un cuarto juguete aguardándolos en la cima, así que, con trabajos escalaron la cama ayudándose mutuamente, hasta que al fin llegaron, fue entonces cuando una ráfaga de viento irrumpió sin permiso alguno, era tan fuerte como el del tercer círculo infernal, la lluvia eterna, y acompañado de esta, entro aleteando sin problema alguno una descarada mariposa negra, que se posó en una esquina de la habitación, sus alas parecían tener ojos que les observan fijamente, era inquietante, a lo que los juguetes sintieron un escalofrió de muerte, pero esta mariposa, solo se quedó ahí sin hacer nada más, a lo que se sintieron más tranquilos, pese a que dentro de sí sentían unos nervios escalofriantes. -¡Hola!- exclamo Abejin lleno de júbilo hacia el conejo blanco, pero este solo se quedó sonriendo y observando el techo, -nosotros somos juguetes nuevos, ¿Cuánto tiempo llevas con la niña?- pero el pálido peluche seguía con la mirada fija en el techo, Yacambú se limitó a proferir alguna frase, solo miraba fijamente al conejo que reposaba frente a él, como si estuviera… -muerto- dijo inexpresiva la mariposa que les observa con sus alas –ese conejo esta tan muerto como ustedes querrán- Yacambú estaba aterrado, y espero a que Michelle o Abejin le respondieron algo a la prepotente mariposa, pero pareciera que estos no la escuchaban, al instante comprendió que ese insecto poseía un aterrador misticismo y solo lo escuchaba el, sus colegas intentaban despertar al conejo, pero no presto atención a lo que ellas decían, todo su mundo estaba centrado a la mariposa, inmóvil, sin expresión, ya sin decir nada, observando el desenlace que ya conocía, riéndose entre dientes.

Pasaron varios meses, y Andreina apenas y tocaba sus juguetes, el tiempo era un factor irritante, ¿es que serían desperdiciados una vez más?, mientras la mariposa seguía varada en la misma esquina observándoles, Michelle y Abejin aun intentaban despertar al conejo de peluche, y Yacambú, por su parte, no podía sacarse de la cabeza las palabras de la mariposa, ¿a qué se refería? Pero tampoco podía dejar de pensar en Andreina, en la única palabra que escuchó enunciar de sus labios ¨ayúdame¨, sabía que algo quería decir, así que después de un tiempo decidió averiguar el misterio que encalla esta historia.

Esa noche, Yacambú estuvo al asecho, y esperó a que sus colegas se durmiesen para así poder salir sin que sus amigos se preocuparan, de un brinco bajo del estante, y retadoramente fijo sus ojos de botón en la aterradora mariposa que trajo el frio viento, como era costumbre la puerta se encontraba entreabierta, y esta hendidura que había entre la puerta y la pared dejaba entrar una pequeña luz que alumbraba el camino del títere blanco, a peso lento fue acercándose a la puerta, pero justamente cuando se disponía a poner un pie fuera de la habitación, un pequeño zapato (grande para el) se paró frente a su camino, y en reacción este pego su cuerpo contra la pared para que no lo viesen, era Andreina que estaba a punto de dormir, pero cuando la infante se disponía a entrar a su habitación, dio media vuelta y se dirigió hacia otro sitio. La mariposa rio a carcajadas, lo que causo la cólera de Yacambú y sin reflexionar lo que hacía, siguió cautelosamente los pasos de la pequeña Andreina, que entro a otra habitación distante, pero justamente a punto de llegar a mitad del camino, escucho pasos que venían desde la habitación donde Andreina había entrado, pero no se le ocurría donde podía esconderse, así que simplemente se dejó caer inmóvil al suelo –seguramente recogerán y me devolverán al estante, mi plan esta arruinado, pensó- pensó, mas sin embargo no fue así, vio a una mujer caminando apresurada, y sintió como una pequeña gota cayó sobre él, pero no le presto mucho atención a esto, así que, sagaz, se levante una vez más, y se dirigió hacia el cuarto donde Andreina había entrado, pero se encontraba cerrado, mas sin embargo este no había perdido los ánimos aun, escalo forzosamente la puerta hasta llegar al pomo de la puerta, se asomó por el agujero del puño observo lo que ahí dentro ocurría, podía observar a Andreina acurrucada en la esquina de una cama de gran tamaño, abrazando sus piernas, estaba en bragas y tenía el cabello suelto, pero una sombra voluptuosa iba tapando la luz poco a poco, tapando por completo a la joven Andreina, de apenas doce años, esta otra sombra pronto pudo notar que era la de un hombre, obeso y la única prenda que llevaba era una camisa de vestir, roja y con rayas verticales, era calvo y velludo, el confundido juguete no podía ver su mirada, pero esta era babeante, como ya una vez había sucedido en una triste melodía, este hombre no se parecía mucho a Andreina, en su brazo izquierdo podía apreciarse un reloj de imitación color plateado, sus brazos eran intensamente velludos, y en la mano derecha tenía un cinturón color negro y y de hebilla dorada, que luego de haber gritado fuertes palabras dirigidas a la niña acurrucada en la cama, desenrollo, y de dispuso a golpear a Andreina, Yacambú sorprendido y furibundo por lo que estaba viendo no sabía qué hacer, -¡hombre que te atreves levantarte en contra de dios, dejad el martirio hacia sus querubines de una vez!- grito sin pensar en el riesgo que corría, pero nadie le escucho, tan solo se limitó a ver como Andreina era golpeada una y otra vez por aquel hombre obeso, repugnante, en realidad tenía una gran sensación de impotencia, y un sentimiento de ira, mezclado con una inmensa tristeza, luego de varios minutos, este hombre paro, se dirigió hacia la puerta y le puso seguro para que nadie entrara, ¿ahora que trama?, acto seguido, entre sollozos de la pobre infante, este hombre se acercó, parecía consolarle, pero su mirada, que ahora Yacambú si podía apreciarle con fastidiosa notoriedad, no indicaba ninguna sensación de culpa, remordimiento o de lastima, si no de deseo, sus sucias narices olfateaban poco a poco las piernas desnudas de Andreina, hasta llegar al pequeño calzoncillo, la miro a los ojos y se dispuso a comenzar una vez más su infierno, el infierno perverso de la pederastia, tocando cada una de las partes de su cuerpo de la manera más aberrante que he de existir, excitándose por la atrocidad que estaba cometiendo, Andreina, por su parte, mantenía los ojos cerrados mordiendo una almohada, quizás imaginando algo bello para as creer que estaba en otra parte, en otra vida, compartiendo el gélido deseo de Yacambú, ellos solo querían jugar, solo querían algo bello de verdad, un angelical toque de dioses… imposible, Yacambú paso toda una noche en el infierno, siendo observado por la mariposa, burlándose de él, tan solo de él.

Al día siguiente, Yacambú no pronuncio palabra alguna, sus amigos estaban preocupados por el, y la mariposa negra solo esperaba el irónico resultado de aquella aterradora noche, Andreina aún seguía viendo a s títere preferido, encontrando en su simpleza una belleza cautivadora, pero Yacambú sentía tristeza y lastima al saber la verdad, pero luego de días de fría reflexión, llego a su cálida y valiente decisión, no se quedaría ahí, si no que le ayudaría, pues para eso fue dotado de vida, para hacerle feliz, así bien, elaboro su plan, mientras la mariposa reía.

Su plan consistía en atraer a su madre justamente en el momento en que el abusador estuviese con Andreina esta le viese, deseaba poder hacer más, pero su credo no se lo permitía, y espero pacientemente a que esto ocurriese, espero varios días, ya que por suerte el infierno no se presentaba tan a menudo, y con misteriosos susurros que solo los seres míticos como ellos podían emitir, la atrajo hacia la habitación, y luego de estar anonadada frente a la puerta unos momentos, se dio media vuelta enojada, pero al darse media vuelta tropezó con el valiente títere de ojos de botón, y luego de observarle fijamente unos momentos, con el juguete en mano, dios varios toques desesperados a la puerta, que se encontraba con seguro, Yacambú perdió las esperanzas unos momentos, pero de repente, la puerta se abrió lentamente, como si hubiera un fantasma bienhechor ayudándole, al entrar en mano de la mujer, pudo observar el nauseabundo acto de violación, y a la mariposa posada ahora en la esquina de aquella habitación, la mujer dejo caer Yacambú al suelo debido al impacto de tan perverso cuadro, sollozando, y con trabajos dijo su madre –yo… no lo creía que era cierto porque te amaba, ¡no lo creí!- lo había logrado, fue entonces, que Andreina, a medio desvestir, y con lágrimas en los ojos, corrió hacia su madre gimoteando con emociones confusas de su vida, recogió a Yacambú, le abrazo junto a su madre, libre quizás, libre de él, pero no libre de sí.

La mariposa había dejado de verse rondando por la casa, junto con el conejo inerte, al parecer había vuelto la felicidad, mas sin embargo, Andreina seguía sin jugar con sus juguetes, solo se limitaba a observar a Yacambú, sonriéndole, pero esta vez, se sentía una sensación de libertad, que con el tiempo fue borrándose, el tiempo pasaba frio para los otros juguetes que dejaron de ser partícipes de esta historia, y otro hombre podía verse rondar por la casa no muchos años después de lo acontecido, era el nuevo esposo de su madre, -pero las cosas han cambiado- pensaba Yacambú intranquilo de que la historia se repitiese, pero no… no otra vez, y así pasaron cinco Largos años.

Era la víspera de navidad, la habitación de Andreina había cambiado mucho, al igual que ella, tenía diecisiete años y era una hermosa mujer, ahora se lo dejaba siempre suelto, lucía una ropa completamente diferente, era más alta y poseía una figura atractiva para los hombres, pero Yacambú, postrado entre telarañas en el estante de colores la seguía viendo como la niña que fue ayer, aun veía sus ojos cafés fulminantes, y pese a que ya no le prestaba la atención de antes, estaba feliz de saber que la había hecho feliz y eso le bastaba para seguir naciendo cada día para poder verla desde su mirada de antaño y sus ojos de botón, pero exactamente a las 11:58 PM, una ráfaga de viento irrumpió en la habitación de Andreina, y sin dificultad alguna, entro revoloteando la misma mariposa negra que entro hace cinco años, y otra vez, se posó en una esquina de la habitación, y riendo sarcásticamente dijo: -¿tienes ahora lo que quieres?- Yacambú no le contesto nada por unos instantes, pero después de controlar esa ira que había desarrollado a tan peculiar insecto, le respondió de mala manera, -no tienes nada que hacer aquí, plaga de calamidades-, la mariposa rio discretamente otra vez, -si no tuviera nada que hacer aquí me encontraría en otro sitio- le respondió, -dime entonces espectral aparición que tanta fobia me causas, ¿ha que has venido?-, los dos seres míticos guardaron silencio por unos instantes, y la mariposa le respondió; -justamente ahora, que faltan dos minutos para la media noche, ve a ver a tu amada Andreina a la habitación donde dices tú, fue el infierno, entra y juzga si algo está mal, si es en verdad que este existe, comprueba tú mismo si perteneces a este mundo, Yacambú no enuncio palabra alguna, de un salto bajo del pintoresco estante, observó por varios segundos los ojos de la mariposa, o sus alas que los asimilaban, observo su repugnante presencia que repercutía una intranquilidad infernal, sus alas eran tan negras, tan obscuras y tenebrosas, su presencia era en realidad aterradora, la fobia.

Una vez más se encontraba el títere blanco recorriendo el pasillo, no había ningún ruido, no se encontraba la madre de Andreina en la casa, estaba sola con su padrastro, ¿quizás por eso vino la mariposa? ¿es que se volverá a repetir el vienta de la lluvia eterna?, su paso era lento, temeroso, estaba realmente intranquilo, tenía miedo, la sola presencia de la mariposa lo hacía sentir escalofríos, esta vez se sentía completamente solo, no estaba Michelle ni Abejin para intentar consolarle, estaba solo frente al miedo, solo frente a la catástrofe, se encontraba totalmente solo, frente a la verdad… reflexionando… y abruptamente estas reflexiones se vieron interrumpida por la enorme puerta de madera, le observo atentamente intentando dejar pasar en vano el tiempo, encarnecido a sí mismo por lo inútil que resultaba, y sin más preámbulo, subió hasta el pómulo de la puerta, y en contra de su propia alma, se asomó por el agujero de esta, decepcionado de lo que sus ojos de botón podían ver, Andreina, aquella dulce niña que lloraba, aquella victima abusada de la perversión de su padre, ahora ella asumiendo un papel confuso para Yacambú, esta vez nadie la golpeaba, nadie le obligaba a nada, era ella la que mantenía una relación con sexual con su padrastro, ¿Por qué? Se preguntaba Yacambú, ¡¿Por qué?!, decepcionado por lo que veía, y sin poder apartar la vista de ahí, pregunto a la mariposa; -¿Cuál es tu nombre?- y este finalmente le respondió, -soy el que soy-, el no despertara más, esta frente al terror.

Luis Javier Cervantes del Angel.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Hay mucho ruido.

Hay mucho ruido

Pese a que siempre fui realmente nervioso, mi oído es especialmente sensible, y no es por exaltarme cuando en realidad te expreso que lo soy, escucho cosas que nadie más les presta atención, pese a esto, puedo asegurarte que desde niño poseo un vasto talento musical, que por modestia me cuesta admitir, pero sin tomar en cuenta dicho talento, mi amor por la música era tal, que durante mi estancia en el conservatorio, me abstuve de relación alguna con cualquier otra persona que no fuesen mis maestros, para así gozar del placer que provocaba en mi alma retraída la música de antaño, al interpretar ciertas melodías que me atrapaban de tal manera que el mundo podía acabarse, pero yo seguiría tocando aquel violín, podría estar el universo en cuarentena, pero no repercutiría en mí, sé que afuera hay un colibrí aleteando rápidamente desafiando al viento mientras busca su alimento, penetrando su extraña lengua que asemejaba un fiero reptil hermoso y con plumaje verde, como una esmeralda viva, sé que hay extensos paisajes de mares y amplias estepas siendo recorridas por el caballo salvaje y libre, águilas surcando montañas con esa ávida mirada que les caracteriza, sé que hay peces tan hermosos volando en el agua asemejando un sinfín de criaturas que algún retorcido poeta creo y dio vida, pero sabiendo todo esto, no había placer alguno que me extasiase más que el arte de los sonidos, sin nombre… en silencio.

Esa tarde (como de costumbre, ignoraba como se encontraba pese a que me limitaba a salir solo cuando era abruptamente necesario) me encontraba frente a un atril tocando violín en la sala de mi pequeño apartamento, desaseado, había un sin número de partituras alrededor, las paredes color amarillo lucían un tanto sucias y descascaradas, había una ventana roja de madera, ya podrida por el paso de los años, no recuerdo cual era la pieza que estaba interpretando aquella tarde, lo que si recuerdo fue un abrupto ruido, que, como una bala perdida, o como el graznar de una horrida y decrepita ave, traspasó de oído a oído haciéndome sentir un escalofrió, aunque en realidad el estridente ruido sonaba más como algo realmente pesado caer al suelo, como es costumbre en el ser humano, no pude contener la curiosidad y me dispuse a asomarme por el agujero de mi puerta que dejaba ver lo que al otro lado se hallase. Cautelosamente, como si estuviese espiando un secreto de vital importancia, agudice la mirada y, maravillado, no pude apartar la mirada de aquella majestuosa obra de arte que frente a mi reposaba, ¡oh vaya mujer! Pensé en primera instancia, nunca había visto ninfa tan bella en mi vida, venus que todo pensamiento ocupa ya en mi alma, perfume de diosas, sonata hermosa, simplemente, Berenice.

Reposando junto a la pared, con la mirada perdida, esos ojos realmente obscuros recorriendo lentamente el pasillo era como ver los primeros pasos confusos e inocentes de un ser vivo, su cabello era lacio, tanto que un peine podría deslizarse sin dificultad con tan solo dejarlo caer, su abdomen era pequeño y sus caderas regularmente anchas, sus piernas bien torneadas aunque pequeñas, una joven mujer hermosa, su rostro era particularmente bello, su nariz era pequeña, una mirada cálida semejante a la de un infante esperando un regalo navideño, sus labios no estaban pintados, pero eran considerablemente deseables, sus mejillas sonrojadas y pómulos regularmente anchas, su cara mostraba una expresión monótona ¡que hermosa era! Sin percatarme conscientemente, sentí algo debajo de mi pantalón, hecho que ignore por los pensamientos que me llegaban a la mente, estos deseos que no había sentido aunque aún este a mitad del camino de mi vida, solo poder sentirla, poder pasar suavemente mis callosas manos por su suave piel blanca y poder deleitarme con el aroma de su pelo, sería el mayor grado de éxtasis que podría sentir ahora mismo, de pronto, escuche de súbito un estruendoso chirrido que hizo girar mi cabeza atrás de mí, no pude ver nada más que mi violín recargado tras mío… resuena… sin tomar en cuenta el tedioso ruido que percibí momentos antes, al devolver la mirada hacia la bella mujer que tanta dicha me había hecho sentir, note que había un segundo sujeto en el pasillo, -es el autor del ruido- pensé… el ruido… no alcanzaba a escuchar lo que hablaban, pero sentía que ese hombre vestido de cuero y con vulgar porte, era una mala persona, apreté mis manos intentando retraer esa extraña furia que recorría mi piel, quemando mis sentidos con el deseo de gritarle que se largase de una vez y dejase ya en paz a Berenice, me encontraba realmente nervioso, por mi cabeza pasaban barbaros demonios voladores aproximándose hacia aquel hombre, jinetes calavericos en caballos alados de ojos rojos, ciervos desfigurados pidiendo clemencia en el monte calvo, si podía escucharla, podía escuchar al mismo Modest Petróvich Mussorgsky, el alma de mi violín lo obligaba a tocar, invisible, el viento… ella…

Oh pobre Berenice, si tan solo pudieran entender el inmenso dolor que corroe su espíritu, pero ni siquiera el mismo diablo podría corromper su divino aura, desde aquella tarde en que la vi en el pasillo, durante ya algunas semanas que no pierdo detalle de lo que ella hace, o de lo que me deja ver, aunque solo sean instantes, no pierdo momento alguno para observar por horas la fisura de la puerta, y así ver a mi amada Venus, su vida me era familiar, sus amigas y amigas, era una persona activa o la felicidad que aparentaba tener, pero creo que comienzo a escucharlo, creo que esta celoso, debo cuidarla.

Ya casi serán 3 meses desde que observo los pasos de Berenice, oh por dios, lleva ya casi 2 semanas enteras que la pobre no para de llorar, escucho sus sollozos, que me apena admitir me causan un retorcido placer que no llego a comprender… ¿en verdad?... -¡calla aparato demoniaco!- grite exaltado -Eres tú el autor del ruido- y el callo otra vez, ¿es que acaso esta tan desesperado que cayó en tan irónica vulgaridad?, pero no perdamos el tiempo en ello… oh eh de ahí tu amor… no vale la pena, era ya de noche y esta vez, estaba dispuesto a salir de mi apartamento para dirigirme frente a frente a ella, me peine y me vestí con mis mejores prendas un tanto empolvadas, pero en buen estado, y me dispuse a ver a la dulce dama de cabellos negros, estuve a punto de abrir la puerta cuando escuche otra vez el rechinido infernal que surca mis oídos en dolorosos tiempos de guerra, en lugar de causarme temor, furibundo, me volví hacia el autor del ruido, tome aire y exclame; -¡ser lleno de envidia y sin alma! ¡Dejad de atormentadme de una vez!, ¿Qué no vez que tus patéticos intentos solo demuestran lo errado que estas?- y no escuche más que un absoluto silencio, -¡Diablo o ser espectral!, ¡admite de una vez como te eh ganado esta vez! Pues mi cordura es superior, que tu silencio ensordecedor- replique un poco temeroso esta vez, –¡explica ya tus vanas palabras sin sentido que mi paciencia has colmado!- grite en un ataque de cólera, y sin más opción, el demonio salió de gehena, este ser de ultratumba que conocía ya, no era nada más ni nada menos que el alma que mi violín había adoptado con el tiempo, el deseaba el alma de Berenice, quería adoptar su belleza para sus engaños y salir de una vez de su cárcel de madera.

Con una voz de tonalidad vieja y demacrada, me dijo –mi estimado reflejo, ¿Qué no entiendes que tú mismo te has engañado desde que esta mujer ha aparecido frente a ti?- me dijo relajado – no he hecho más que libertar el alma que, ¡tú!- reafirme –has encerrado en una extraña cárcel de placer-, acto seguido, exhausto, me deje caer sobre el sofá verde obscuro, note que estaba frio, y hacia un ruido extraño, un ruido similar al que hacen algunas paredes, tome aire inútilmente, ya que cualquier palabra que enunciase estaría de mas, así que me limite a mirarle fijamente, pero su pico retorcido, y sus cuernos de carnero me hacían sentir un inmenso asco, su olor era también repugnante, algo parecido a un sushi refrigerado por semanas y quizás ya un poco podrido, tomo su cárcel de madera, y toco una sonata realmente extraña, era una pieza totalmente desafinada, sus matices y compases eran exageradamente variables y me era difícil saber que tonalidad se le acercaba, mas sin embargo su dificultad era evidente, una complejidad extraña, y sin esperar ni un segundo, luego de haber terminado, dirigió su mirada de animal hacia mí, yo, perplejo, embebido en sus ojos totalmente negros, busque abrigo en él, ese diablo soñaba con cosas que no podía comprender, buscaba cierta música que el espíritu del vino no me podía ofrecer, pero, buscando la respuesta en sus ojos, encontraba solo mas celdas bañadas en líquidos similares al petróleo, pero más viscosas y pestilentes, sus ojos eran infinitos, cárceles que contenían más cárceles, una tortura infinita, pero él no tenía intenciones de hacerme daño, sus palabras resultaban reconfortantes y lógicas, mas sin embargo, solo yo podía escucharlas, ¿era yo el elegido entonces? Desde el día de mi nacimiento se me dio este don, escuchar, y ahora este bendito diablo me ha dado un nuevo don, el de la comprensión.

A través de mi ventana podía observar un pedazo del mar, quizás inconscientemente ese fue el motivo por el cual vivo aquí, que curioso, hasta ahora lo tomo en cuenta, yace tan apacible a simple vista, ¿Qué horrores ocultara? se ha presentado frente a mí el poeta retorcido que creo a los peces, esos peces que nos observan ciegos, al igual que nosotros vemos el mar sin poder observar directamente las barbaridades que bajo el ocurren, ellos nos ven, pero dicho poeta me ha revelado al fin, encarneciendo a viejos libros, la fórmula del verdadero amor, y todo se basa en una cosa, aquel sonido que los músicos respetamos más que a nuestras propias madres, a nuestro dios, el silencio mismo, esa siempre fue la clave ¡Gehena en verdad siempre fue mi amigo! Nunca lo dude. Pero basta ya de palabrerías, tengo miedo, solo me resta dormir, y soñar.

Todo estaba preparado, la noche estaba cayendo ya, y Gehena estaba a punto de comenzar a tocar, y tal como los dos planeamos el ritual, le dimos inicio, entre abrí la puerta exactamente a las 9:30 pm, hora en que Berenice regresaba de su trabajo, sabía que era una amante de la música, no una experta en el tema, pero su estado de ánimo le pedía un contacto sensible, contacto que yo le ofrecería, para luego darle el cielo.

Sin más preámbulo, me dispuse a tocar, mi alma unida al diablo, por un momento me sentí como aquel que su espíritu diabólico le inmortalizo en su instrumento, tan zagas en mi interpretación, nunca había sentido tanto placer, al tocar para alguien, y no solo para mí, a mitad de mi pieza, llame la atención de mi próxima Galatea a la que la vida cederíamos, secándose una lagrima, se acercó a paso lento hacia mi puerta, se recargo con una mirada de placer en el marco de mi puerta para terminar de escuchar la pieza que interpretaba, y con una sonrisa placentera y mirada perdida enunciaron sus labios; -fue muy lindo- ¡Oh! Vaya hermosura que es esta mujer, dentro de mi había un sinfín de burbujas intentando subir al cielo, pero debía concentrarme, lo hago por ella, -Es una pieza antigua- le conteste en porte de galán – ¿le conoces?- pregunte –no, pero me pareció muy linda- me respondió entrando a mi apartamento, hasta sentarse junto a mí, dirigiendo sus ojos llorosos directamente a los míos, sin tener idea del motivo de dicha mirada, pero miento en esto, ya que había imaginado el sin fin de posibilidades que podrían o no ocurrir, me conmovió realmente, dudando otra vez las palabras de Gehena, ¡debo ser fuerte!, ¿pero cómo ser fuerte ante la debilidad del amor?... si así es, termina… sí, es cierto, si la amo, debo aislarla del ruido infernal, pero cuando intente apartarme, para comenzar el ritual de lo eterno, ella tomo mi mano en un ágil movimiento y pego sus labios con los míos, esta sensación tan placentera me hizo sentir nuevamente los deseos que imagine la primera vez que la vi, las sensaciones, los olores y colores, y sobre todo el silencio. Atónito, relaje cada musculo de mi cuerpo, pase mis manos entre su pelo al fin, y mientras esbozaba una sonrisa satisfecha, con preguntas revoloteándome la cabeza sobre esta mujer que solo los dioses conocían en realidad, esta misteriosa diosa de ojos azules que turba mis sentimientos y alivia mi corazón, fue entonces cuando demostré el amor que sentía, me aparte de ella mirándola a los ojos, al igual que ella a los míos, desvié la mirada tras suyo, observando fijamente mi violín, sabiendo, y aceptando lo que debía hacer, debajo del verde sillón en el cual nos encontrábamos, sigilosamente, saque un pequeño bate de madera, viejo y tenía apariencia de estar húmedo, le golpee en la cabeza rápidamente, y cayo desmayada, ágilmente la tome en brazos, y comencé el ritual de la eternidad, de la mujer perfecta, fija como una estatua, aunque su cuerpo ahora está lleno de aserrín, sus ojos están vivos, y hermosos, perfectos.

Y ahora yace mi amada Galatea, apreciando eternamente el sonido de mi violín, acompañado de Gehena, yace mi creación perfecta, la mujer del oído más refinado, de la mirada más atenta, de la más exquisita belleza, le eh salvado gracias a mi amor, le eh creado con el cálido deseo del cariño puro, del silencio, eh de aquí la escultura de la eternidad, la perfección, la belleza, la venus, Galatea, simplemente, Berenice.

Luis Javier Cervantes del Angel.

Dibujo; Ilich Gallardo

viernes, 3 de septiembre de 2010

El Vestido azul

Dios ladrón del deseo de tus hijos, incomprensible para nosotros el motivo de tus actos, no sé si llegue a tu reino pecando contra tus leyes. Y renegando a la que nueve meses me llevó en el vientre, espero no molestarte con la pregunta que cargo desde el día que nací, ¿Qué soy? ¿Qué debo ser? mi alma carece de la sabiduría de saber la respuesta a estas dos preguntas que me atormentan como escalofriantes fantasmas bailando sus extrañas danzas alrededor de mí, cantando alegremente sus versos obscuros para confundirme del trayecto de mi vida, júzgalo tú, Ho amigo mío, juzga mi historia y podrás responderme, ¿es culpa de Dios? ¿o es culpa del hombre mismo?.

-¡Te verás preciosa hija mía!-dijo mi madre alegremente luego verme entrar por la puerta de madera vieja de mi casa, mi madre era una mujer obesa de caderas anchas, de piel casi albina y con numerosas pecas que rodeaban sus amplias mejillas, su mirada observaba ambiciosamente mi figura magra de carnes –¡este vestido se te vera divino!-, me dijo sin dejar de observar mi flacucho cuerpo joven, acto seguido, saco detrás de sí un frondoso vestido azul cielo, adornado con encajes muy bien detallados, antes de que pudiese dar un respiro, me tomó agitadamente del brazo para así probarme aquel vestido color del cielo que con tanta alegría me puso, ¡arregló aquí y allá!, y luego de un agitado trabajo de costura, termino de arreglarme aquel bonito vestido azul cielo, y nuevamente, sin darme un solo aliento, balbuceando lo hermoso que se veía “su preciosa hija”, se dispuso a maquillarme con todo su armamento de cosméticos baratos, labios pintados, delineador, un poco de rubor y listo, los mórbidos deseos de aquella mujer de caderas anchas que por madre me designo el destino, había cumplido su capricho extravagante, a lo que gratamente dijo; ¡no hay niña más hermosa que mi hija!-, y sonrientemente observo mi cuerpo de pies a cabeza para por fin agregar a su burdo discurso –ahora… solo hace falta cortártelo-, dijo en un tono bajo, frío y al mismo tiempo burlón, agudizando la mirada, que a mi perspectiva parecía una hiena a punto de estallar en una nauseabunda carcajada, parecía a mis ojos la reina roja esperando a que sus vasallos cumpliera sus patéticos e infantiles caprichos, al termino de tan macabra frase, corrí hacia mi habitación escapando de mis temores, me tire a un rincón a llorar por motivos que tal vez puedan comprender, al paso de unos minutos ya que mis dolores se habían mitigado, me levante de aquel rincón que me servía de guarida contra horrores propios, y a un tiempo lento y suave, me desnude por completo, sentí la suave seda de mis vestiduras recorrer suavemente mi cuerpo al paso de la sensación fría del gélido aire rosando mi piel, sintiendo un inocente nerviosismo que no llegue a comprender a esa edad, cerré los ojos y pose mi cuerpo frente al espejo, di un suspiro profundo y abrí lentamente los ojos hasta poder observar mi imagen en el espejo, lo que vi no fue más que una figura sin senos, pelo castaño, un rostro aun maquillado y algo corrido debido a mis lagrimas, huesos delgados cubiertos por piel blanca, ojos cafés, y un pene… si, seguía siendo un niño, la niña preciosa de mama.

Pasaron varios años desde aquel tétrico día del vestido azul, aunque, a decir verdad, varias noches ese vestido aparece en mis más temibles pesadillas posado frente a mí como un objeto inanimado, sin querer suponer lo que ello traería consigo, rompí aquel vestido que tanto temor me causaba claro está, mi madre se enojo mucho conmigo aquella vez, incluso me golpeo, pero creo que valió la pena, de igual manera, fue hace mucho. Estaba ya en el ocaso de mi niñez, dando paso a la primavera de mi adolescencia, recuerdo bien esa noche de agosto, recuerdo que fue la única vez en que no pude dormir, pero al contrario de otras noches en que no lograba conciliar el sueño debido al llanto y al miedo, esta vez estaba ansioso,era si como se abriera la puerta al paraíso dando paso a una nueva vida de felicidad y amigos que me querrían como soy, oh si, esa fue una de las contadas veces en que me sentí feliz en verdad, por aquellos días tenia esperanza, quería vivir, era, y en cierta forma, es mi mayor anhelo.

Oh hermanos míos que me acompañan en mis más profundos desahogos, si supieran lo que aquellos días conllevaron el deseo de conocer un amor puro, las semanas próximas de la llegada de las clases se hacían casi eternas y la ilusión inconsciente de amor se hacía cada vez más intensa, incluso parte de mi pudo llegar a olvidar a mi madre, que me apena aceptar que la veía con asco, sin ningún cariño, deseando ávidamente su desaparición total, pero tampoco le deseaba daño alguno, solo deseaba que no estuviera ahí de alguna forma, pero, olvidemos esos inmorales pensamientos, ya había llegado el día prometido por la dicha del destino, el día de benevolencia absoluta, de una vida bienhechora, que mas adentrado en ella, me decepcionaría tanto.

No sabría como describirles la profunda depresión en que me sumergió conocer la naturaleza de las personas, podía ver en sus actos, en sus miradas y en sus mismas palabras lo podrido de sus almas, sus jóvenes y aun insensibles almas eran muy diferentes, pero todas estaban unidas por algo, ignorancia, pero no una intelectual, si no una ignorancia que resultaba realmente nauseabunda, que me hacia exasperarme en una cólera inmensa, y al mismo tiempo, entristecerme casi tanto como recordar los aterradores recuerdos que mi madre me dejo, había algunos que pese a la felicidad de la que presumían gozar, deseaban mal a las personas que nunca le hirieron, había otras que desaprovechaban el bien que se los otorgo al nacer, u otras que simplemente negaban ver mas allá de lo que sus ojos podían ver, así simplemente, no pensando.

Pero de entre obscuras selvas de cruel morbo y cazadores sin alma encontré a la dama que tanto había anhelado encontrar ¡Sofía por los ángeles llamada! Alma benefactora, musa que enriquece mi alma de figuras bellas y hermosas poesías, aquella mujer que con tanto fervor deseaba encontrar por fin se presentó ante mí, atrapándome con su cautivadora belleza, una personalidad tan única y sagaz que me alegraba tan solo verla, solo tenía el inocente deseo, de por primera vez saber cómo sería rozar mis manos por su pelo negro y corto, su piel ligeramente morena adornando la fauces de mi aura, deseaba sentir sus manos tomada de las mías y saborear sus labios sin ningún morbo y así sentirme amado en verdad sabiendo que soy capaz de darle mi amor a una mujer sobrada de buenas intenciones.

No deseo hacerles perder el tiempo, porque a decir verdad, no quisiera agobiarme más, puesto que, aunque los sucesos que relatare en esta parte de la historia, son los únicos sucesos felices de mi vida, no hay nada más dolorosos que los recuerdos felices en tiempos de tormenta, pero me enorgullezco de presumir que goce de felicidad aunque sea una vez en la vida, proseguiré entonces, el amor que sentía por Sofía crecía cada vez más, y me limitaba a observarla y fantasear en las lejanas posibilidades de poder cumplir estas, escribía diversos pensamientos intentando crear poesías, pensamientos que me costaba admitir eran realmente bellos, por cierta modestia, aunque muy en el fondo sabia que lo eran, día tras día quedaba hipnotizado observando sus ojos cafés y su mirada alegre, sus movimientos no eran pada nada bruscos, eran suaves y sagaces, hasta que un buen día, ella se acerco a mí, acción que me puso profundamente nervioso, y en un muy corto plazo, se volvió mi amiga, era graciosa, y muy cómodamente conversadora, tenía un personalidad y tolerancia única, en cambio, por mi parte, era tímido y resultaba difícil entablar una conversación conmigo, en cambio ella me hacia ser diferente, pero aun me sentía limitado, Sofía, era de mediana estatura, al igual que yo, su piel era ligeramente morena, tenia facciones suaves, mirada segura, senos algo desarrollados para su edad, cabello lacio no muy largo que le hacía ver preciosa, sus manos eran muy suaves y se helaban con gran facilidad, su rostro de hechura redonda era tan linda que no le hacía falta el maquillaje que hacía parecer repulsivamente payasescas a muchas mujeres, era sin duda el ángel de la nueva vida.

Una buena mañana inesperada, decidido y con las agallas tan puestas como aquel día e que destruí el objeto de mis temores, le confesé mi profundo amor, a lo que para mi sorpresa, ella correspondió.

Fueron 2 meses de júbilo total, y amor puro, cumpliendo yo todas mis humildes fantasías recibiendo el cariño que por varios años desee con paciente fervor, durante ese tiempo me porte rebelde con mi madre, pero yo era feliz y le presumía impertinentemente lo feliz que era, siendo varias veces golpeado por ella, desmoralizado por sus palabras, y aun asi, me sentía feliz, creía que era más intenso el amor que sentía por mi amada Sofía, y así era, oh hermanos míos, con un gran alborozo recuerdo aquel día, en que en un desborde de pasión hicimos el amor los dos por primera vez, fue la única que vez en que me sentí amado, aceptado y me sentí al mismo nivel que Sofía, me sentí un hombre aquella vez que puedo decir que la ame, pero también debo decirles, que fue la última.

Durante aquellos días de libre albedrio en mis acciones y sentimientos de júbilo, mi vida solo rodeaba en torno a Sofía, pero durante las vacaciones ella salió de viaje, y sosegado le espere, como caballero en un calabozo, espere pacientemente su llegada encerrado en mi casa con el ogro al lado mío, asechándome con una mirada enfurecida, hasta que llego aquella noche lluviosa de agosto, la maldita noche de agosto.

Ese día mi madre había llegado con un hombre a la casa, cosa que me era ya natural, pero a diferencia de otra veces, ese hombre me miraba de forma muy extraña, tenía una apariencia realmente asquerosa, y de su piel sudada podía percibirse un aroma a cerveza quemada, mi madre le indico a este hombre que entrara a su habitación, a lo cual este accedió, mi madre le siguió enseguida, y mientras esta entraba su mirada se quedaba perpleja en mi mientras sus ojos parecían agujas expresando meramente un confundido placer.

Pero, ¿para qué tomar en cuenta esos detalles? ¡Sofía llegaría justamente esta noche! Y para mañana la tendría ya entre mis brazos y podría amarla otra vez, lentamente cerré los ojos embebido en el recuerdo de la imagen de mi ángel amado.

Entonces, como una fugaz saeta escuche de súbito un golpe seco, acto seguido, sollozos, salte de mi cama alarmado sin poder moverme, y entonces, vi aquel hombre entrar por la puerta, aun más sudado, y con la mirada puesta sobre mí, fue entonces cuando note que aquel sujeto se aproximaba hacia mí, y fue cuando perdí la razón, y olvidando todo aquello porque creía vivir, cuando pude recobrar el conocimiento de lo que estaba haciendo, vi que ese hombre emitía gemidos agudos y que resultaban enfermizos, dándome cuenta pues que estaba manteniendo sexo oral con aquel hombre, y me estaba provocando placer, y aun mas, sentía vergüenza al recordar el amor que sentía por Sofía de un brinco me aleje de aquel hombre, mientras este extasiado mantenía la mirada perdida por la habitación, mi respiración era agitada y mis pensamientos daban vueltas sin cesar buscando una explicación de cómo había podido caer así en un cambio tan promiscuo que me parecía tan aterrador, y como un demonio tentador, en mi cabeza escuche la voz de mi madre que me decía ¨córtaselo¨ y así lo hice, complací el mórbido deseo de mi madre, mientras yo aterrado, veía como aquel hombre gritaba y se desangraba, ensordecido por aquella escena, Salí corriendo veloz mente hacia donde se encontraba Sofía, mis lagrimas brotaban confundiéndose con los de la lluvia y mi respiración agitada se convertía en la tos de un fumador decrepito, ella no estaba, llegaría, era lógico, pero mi mente estaba confusa, así que a paso lento y a pensamiento lerdo, regresé a mi casa, con toda tranquilidad, y con la mirada gacha entre por aquella puerta de madera vieja, busque la habitación donde estaba mi madre, dispuesto a perdonarla, si, perdonar toda causa de mis desgracias, pensaba que merecía mi perdón, pero el cuadro que encontré, me pareció tan aterrador, decepcionante y tonto, era no más que una mujer obesa, semidesnuda mostrando sus decaídos dotes de lo que alguna vez fue una persona, lloriqueando, y con un objeto estremecedor en sus manos, ¡ese maldito vestido azul! ¡Lo había remendado! Sin detenerme a pensar, cerré la puerta, tome una soga, y aquí estoy hermano mío, a punto de suicidarme por los horrores vividos a lo largo de mi vida, escribiendo estas últimas palabras deseando que alguien se conmoviera por esta historia, ¿Qué? Oh, ya puedo verlo, puedo por fin encontrar la respuesta que tanto busque, y al fin recapacitar, a punto de llegar a la soga que daría fin a mi vida, mi ángel conmovedor entro, sin juzgar todos los errores que cometí aquella noche de agosto, ella, sin decir una palabra, aprovechando el silencio, me tomo de las manos, me beso, y me dijo ¨eres un niño¨ le dedique una sonrisa, me levante, y camine con ella, dando el ultimo paso hacia la puerta de madera vieja.

miércoles, 16 de junio de 2010

El mal silencio.

El Mal Silencio.


Oh si, recuerdo cuando conocí a esa niña, a esa pobre niña, su triste historia… su silenciosa historia.


A mis 20 años yo me había recibido como músico, no era un prodigio pero no me considero que sea especialmente malo, pero tras una mala racha de empleo, fui contratado en una casa elegante para darle clases de piano a una niña pequeña, por la familia prestigiosa, yo recibiría un buen sueldo, así que acepte, la casa era relativamente grande (al menos lo era para mí), me acerqué a la puerta de madera fina y toque el timbre, a lo que el ama de llaves acudió, me dijo amablemente que pasara a la sala y esperase a la señora, que estaría lista en breve, era una mujer de al menos 30 años de edad, morena y cabello negro recogido que llegaba hasta la altura de los hombros, sus ojos también negros, nunca me miraron fijamente, siempre mantuvo su mirada agachada, con un rubor extraño, pero ignore aquel detalle y entre a la casa a esperar a la señora tal y como me habían indicado, observé que tenían un piano de cola, muy elegante al igual que el resto de la casa, sus muebles elegantes y sus decoraciones comunes, como porcelanas, esculturas, un hogar muy limpio y pulcro, la familia venia de un buen apellido y alta categoría, aunque para serles sincero no logro recordar el nombre ni el apellido de aquellos que habitaban esa casa, en mi cabeza solo resuena el nombre de la pequeña infante como aguijones zumbantes que resuenan al sonido mudo de su nombre, un demonio culpándome desde las entrañas del infierno menciona su nombre para torturarme todas las noches en la agonía que me acompañaría hasta ahora, en mi lecho de muerte, Clara…

El señor de la casa me recibió antes que su esposa, era un hombre alto y de cabello rubio, un voluptuoso porte de galán, vestía elegantemente y su facilidad de palabra era tan cómoda que adquirí confianza rápida y sólidamente, me hablo mucho sobre su empresa, logros profesionales, y como un buen padre mencionaba el afecto que tenía a su familia, en especial a su hija ¡que buen hombre era! Pensé yo por aquellos días, luego de un rato su esposa se unió a la conversación, era una mujer bella, de cabello negro y tez blanca, siempre con una gran sonrisa, rebosante de orgullo y felicidad, les hable un poco sobre mí y mis métodos de enseñanza, así que pedí ver a la niña a la que le enseñaría, el señor le pidió a su mujer que la trajera y está muy sonriente accedió, la vi entrar de la mano de su madre, oh valla que era una niña hermosa, cabello rubio bien peinado, luciendo un vestido infantil que reflejaba ternura, que imagine yo que vería un poco de pena y emoción al mismo tiempo, sería lo más natural, pero, fue extraño, sus ojos estaban, apagados, como los de un viejo moribundo al que sus hijos lo abandonaron, o como los de un instrumento desafinado en un triste sonido agobiante, estaba sola en el mundo, podía verlo en su mirada, sus padres seguían hablando, pero no les prestaba atención, mis ojos estaban petrificados en sus ojos azules, nunca había visto una mirada así en un infante, ni lo vería después, no me miraba a mí, en sí, no estaba observando nada, pero, sus ojos eran vacios, no podía sonreír aunque lo intentara, era como ahogarse en lo más profundo del mar, era como ver la nada, estaba viendo a un ángel triste y silencioso, un ángel atrapado en las garras de un oso, después de un rato de conversación (una muy fría por cierto) -¿puedo ir a mi habitación?- dijo la pequeña con un extraño tono adulto, era como escuchar la voz de una monja recitando cantos blasfemos, esa niña, ¿Cuál sería el misterio que aguarda? –Claro hija- le respondió muy sonriente su madre, antes de que se retirara exclame alzándome ligeramente -¿Cuál es tu nombre?- ella se volvió un momento a mí, dirigiendo su mirada fría hacia mí, pero esta vez, había cambiado, por un momento volvió a ser una dulce niña amorosa del mundo, -clara-, me respondió, acto seguido ella se fue a paso lento, quedándome un rato con sus padres, pensando en aquella niña, en aquella extraña niña de ojos azules, no dormí aquella noche, volvería a la semana siguiente.

Era mi primer día de trabajo, y llegue un poco nervioso al lugar donde impartiría mis clases, el señor de la casa aun no se encontraba, llegaría cansado del trabajo según me dijo la señora, la niña se sentó junto a mí, yo me sentía mucho más nervioso de que ella aparentaba, irónico hecho, comencé a enseñarle lo básico, sus pequeñas manos tocaban las teclas de una manera suave, muy distante, en verdad su frágil mente lo estaba, no está imaginando nada, no estaba impaciente por salir a jugar o aburrida de su nueva actividad, solo ella no estaba ahí, hago lo que puedo por hacerla hablar, nunca fui una persona muy "divertida" pero tenía esa necesidad, necesitaba saber que ella estaba ahí, que era una niña, era una sensación extraña, no lo lograría, de eso estaba seguro, tan distante como la nota más grave, paso el rato y su madre se retiro, que raro, si estuviera en su lugar no dejaría a mi hija junto a un extraño, luego de un rato rompe abruptamente en un desenfrenado llanto mudo, desbordando eso que sea lo que haya tenido dentro de sí, que no la dejaba ser una niña, sus pequeños y frágiles brazos me abrazaron y sentí una ternura que invadió mi cuerpo, al mismo tiempo que una desenfrenada excitación, que se calma luego de que ella alza su cabeza y posa sus tristes ojos sobre mí, para después regalarme un pedazo de cielo, una cálida sonrisa de niña, se había quitado un peso de encima, como por reflejo estuve a punto de preguntarle que le sucedía , pero un parte de mi sabía que no debía hacerlo, no. ella volvió a ser una niña, el demonio no debía volver, no aun, luego de que sus lagrimas secaron, sus ánimos volvieron, ella me hablo mucho, me hablaba sobre ¡piratas!, ¡hadas!, ¡duendes!, ¡dinosaurios!, sus fantasías me resultaban fascinantes y le escuchaba con atención mientras continuaba con mi enseñanza, pasaron varias horas de feliz y muy cómoda presencia de la niña, sus ojos otra vez volvieron a brillar, la sonrisa que antes no pude haber visto y que tiempo atrás me había sorprendió, ahora me parecía normal, dios me había regalado la presencia de un querubín, pero, poco a poco la expresión de su rostro fue cambiando, sus labios se doblegaban más y más, como cayendo en un obscuro pozo de agua hirviendo, hasta que su sonrisa desapareció por completo, y sus ojos ahora lagrimosos, eran como los de un conejo a punto de ser cazado por el ser mas depravado del mundo, el hombre mismo, la sombra detrás mío se iba proyectando en las teclas del piano poco a poco, sentí una extraña tensión que invadía mis nervios por un instante cuando supe que tras de nosotros había una presencia, pero me percate de que era le presencia del señor de la casa, entonces ¿Por qué este temor?, sus manos tocaron los hombros de Clara suavemente, no como los de un padre, sino más bien como los de un amante, su voz grave me dijo mirando hacia el frente, -lo espero la semana próxima, estoy muy cansado y quisiera leerle un cuento a mi hija antes de dormir, buenas noches…- padre e hija tenían una mirada distante, clara volvió a su mirada temerosa, ojos llorosos e inocencia perdida, al contrario de su padre, su sonrisa, era diferente a la sonrisa hipócrita y triste de su madre, el estaba feliz, excitado, impaciente, esperando disfrutar a su presa.



Pasaron las semanas, Clara me contaba cada una de sus fantasías, tocaba el piano de una forma alegre, decía que quería ser una pianista, una doctora, una profesora, muchas cosas, oh, dulce Clara, puedo decirte que te amo, podría decirte que te protegería y te adoptaría como mi hija, que te resguardaría, pero, luego despierto de mi cálido sueño basado en mis recuerdos y me doy cuenta que estoy en medio de la trinchera en plena guerra años después de mi error deseando volver a dormir para imaginar que hice bien las cosas en aquel entonces, ahora estoy tirado en una cama de hospital aun varios años después, en silencio.

Había algo que me parecía raro, lo tendría claro después, pero en ese momento mi mente todavía divagaba el asunto, o quizás mi subconsciente ¨moral¨ no quería aceptarlo aun, como me era cotidiano esa tarde fui a la casa, estuve con Clara como era costumbre, oh dulce Clara, tu personalidad era como la de un pequeño ángel rebosante de alegría por instantes, pues tu alma se encerraba en una cárcel oxidada asediada por hordas infernales, me hacía preguntas simples a las que respondía gustoso, ¿tienes mama? ¿Cómo se llama? ¿te gustan los perros?, preguntas típicas y a veces interesantes que me hacían reír, su sonrisa comenzó a decaer nuevamente, era claro, había llegado su padre, debía ya retirarme, -hasta mañana- me dijo el hombre -buenas noches- le respondí cortésmente, pero aun no me iría, no, debía saberlo esta noche, recogí mi mochila donde guardaba lo necesario, pero en lugar de dirigirme hacia la puerta para retirarme hasta mi hogar, subí sigilosamente las escaleras, no hice ningún ruido, nadie podría siquiera enterarse de que allí me encontraba, pero yo tampoco escuchaba ningún ruido, todo era excesivamente silencioso, comencé a sudar nerviosa y agitadamente, mi corazón palpitaba alarmantemente, las paredes exclamaban silencio, todo era tan desesperante, como si me culparan, el pasillo carecía de cualquier ruido, a excepción de murmullos leves apenas audibles, pero ya estaba frente a la puerta de la habitación, no había marcha atrás, toque el picaporte con la mano y piernas temblorosas, no era lo más prudente, no sabría lo que haría después de abrir esa puerta, tal vez mi imaginación estaba viajando de más y solo encontraría a un padre dándole el beso de buenas noches a su hija y a una niña abrasando un conejo de peluche y… -señor no puede estar aquí- era la ama de llaves, su mirada apuntaba al suelo, y sus manos estaban cruzadas en su vientre, yo intentaba mirar sus ojos, pero la mujer estaba desviada, no indague ni indagaría mas, y Salí corriendo de ahí, no volvería a intentar nada hasta mucho después.

Clara había cumplido 9 años, fui invitado a su fiesta de cumpleaños, por ser ya algo cercano después de varios meses de servicio, gustoso asistí, la celebración me pareció muy monótona, había varios familiares suyos con trajes de marca y muchos niños bien vestidos jugando y comiendo pastel, Clara prefería sentarse junto a mí, supongo que se sentía protegida, recibió muchos regalos, de los cuales ninguno abrió, su madre ese día le dio un conejo de peluche, le pidió que nombrase su nuevo juguete, Clara nunca lo hizo, pasaron las horas y los invitados fueron retirándose, escapando diría yo, ese día la ama de llaves no asistió por razones que aun desconozco, desde aquel día no volví a verla, yo aun me quedaría en la casa, no podía irme aun, no podía escapar como los demás lo habían hecho, algo me lo impedía, tal vez, el hecho de que había demasiado silencio, después de que ya no había ningún familiar me disponía a despedirme de Clara y sus padres, les busque por la casa pero no encontré a ninguno, me dirigí a la cocina y observe que ahí estaba la señora de la casa con una botella de vino de marca tomando copas, una tras otra, mientras sollozaba en silencio, me acerque lentamente a ella, no me incumbía, pero había una fuerza que me atraía hacia aquella mujer, me senté a su lado sin decir una sola palabra, así que entre llantos ella exclamo: -es igual todos los días, cada noche, el lo hace, no me toca, solo a ella, todas las noches, solo… lo hace, solo… me dice que lo espere, solo…- volvió a caer en llanto, me llene de una extraña rabia hacia aquella mujer, pero después un inevitable temor, no había ruido, nada, ese un silencio inquietante… un silencio… lentamente me levante de donde estaba sentado, me dirigí hacia la habitación de Clara, temía que ¨estuviera leyendo un cuento¨ temía lo que aquello significase, paso a paso sentía un liquido frio subía hacia mi cabeza, no había ruido alguno, las paredes parecían culparme otra vez, no había viento, no había obscuridad, la casa de pronto pareció un circo burlón sin siquiera parecerlo, ese silencio se burlaba de mi, ese silencio estaba a punto de volverme loco, esa mirada… ¡por dios! ¡Ya estaba ahí!, dentro del cuarto de Clara, temía la propia verdad, temía al silencio, esos ojos azules tenían su mirada fija sobre mí, y su cuerpo balanceándose una y otra vez, violentamente, su cuerpo pegado al de su padre en un violento y asqueroso acto de violación, la mirada del hombre era aguerrida y excitada, su sonrisa era como la de un guerrero disfrutando la masacre por la que luchaba, agitado, babeando asquerosamente mirando solamente a su pequeña hija, tratándola como a una prostituta mas sin cariño ni respeto, Clara, ya con nueve años de edad, solo me miraba a mí, desilusionada, sabía que sería uno más del silencio, estaba triste, distante, ahogada en su dolor, ese día perdimos a un ángel, desperdiciamos una bendición, ese día el hombre perdió un placer que no conocería como espectador, o al menos es lo que yo he pensado y pienso, hasta en mi lecho de muerte.

Al quedarme petrificado ante tal escena, no podía evitar su mirada, la angustia, la culpa, la aberración, y me apena aceptar que la excitación que sentía me estaba comiendo, ¡estaba a punto de perder la cordura que creía poseer! ¡Malvados demonios verdugos de la razón dejadme en paz de una vez!, detrás mío sentí la presencia de la hipócrita mujer, me volví hacia ella desligándome del mundo por un relámpago obscuro, y me vi frente a la señora de la casa con su macabra sonrisa llena de hipocresía, rencor, envidia y sobre todo, silencio, un mal silencio… me pido muy alegremente que me retirase, cobardemente accedí… Clara, perdóname por aquel día.

Ahora cada día era una agonía, no podía recordar aquella escena sin vomitar, rondaba la casa de un lado a otro, mortificado por las macabras penas que me seguían, esperando que haya sido un mal sueño, o que me dijeran que fue todo una broma con un humor negro y bizarro, pero todo aquello se salía de mi lógica, esa casa se había vuelto peor que el mismo infierno, era mi infierno, pase largos días y noches eternas acosado por sombras y demonios bailarines interpretando infernales sonatas, las paredes eran rostros que suplicaban el dolor que Clara sentía, las paredes siempre me culparon, las paredes eran el jurado de mi alma, era Minos juzgando la magnitud de mi pecado meditando el castigo que merezco meneando su cola, ¡dejad de atormentarme de una vez!, me arrinconaba en mi casa para que los diablos no me atraparan, trataba de ver por la ventana pero el silencio y la tranquilidad de las personas era aun mas desesperante ¡¿Qué acaso no saben lo que pasa ahí afuera?! Hay un universo de dolor a su lado y no hacen nada, oh dios mío ayúdame a saber qué hacer, podría ignorarlo, no volver a aquella sala de tortura, pero tenía que regresar ahí, no podía escapar, pero era una vergüenza tener el descaro de pararme junto a Clara sabiendo todo lo ocurrido, lo que seguía ocurriendo, ahora el señor me miraría con una extraña sonrisa, no como la de la señora, si no como la del las paredes, burlándose irónicamente, pero Clara, ella, estaría desilusionada, y tenía razón de estarlo, ningún alimento podía pasar por mi estomago, no logre conciliar el sueño en varios días, estaba semidesnudo en aquella culpante habitación de la cual no poda salir por vergüenza, las paredes ¡malditas sean! Pero ellas me dijeron, ellas me susurraron en extrañas y antiguas lenguas que solo los arboles podían entender, me dieron el estandarte de lo que tenía que hacer, oh perdóname Clara, entiéndeme, pero tenias que regresar, debía hacerlo, oh Clara, lo siento.

Estaba tranquilo una vez más, vestí de traje, me arregle bien, y fui a trabajar, entre a la casa muy sonriente y alegre para no levantar sospechas, salude amablemente a los señores y les explique un pobre pretexto acerca de mi ausencia, hablaba como si yo nunca hubiese visto nada, para ellos era natural, luego de un rato de odioso dialogo entre cerdos me dispuse a darle su clase a Clara, ella aun me miraba con curiosidad, era la única que sospechaba algo con firmeza, la señora me observaba con esa sonrisa de hiena hambrienta, pero luego de un rato ella se fue, su expresión cambio, era claro, abrazaría a Baco y sus vinos de marca, pasaron unos minutos y guarde absoluto silencio, con lo que Clara me mira fijamente, sus ojos estaban entre el delgado hilo de la curiosidad, tristeza y esperanza, lo presentía de alguna forma, perdóname…

Yo me levante del asiento del piano, y dirigí una sonrisa a Clara, pero no me detuve a ver su expresión, solo tenía unos minutos antes de que el dragón llegara a su cochina guarida, lentamente camine hasta la cocina, oh si, ¿te gustaba guardar silencio? ¡¿Querías que te tocaran?! No quería hacer ruido así que le corte del cuello con el cuchillo que traía ya preparado, su sonrisa se había borrado nuevamente, yo no quería eso, perdía sangre al mismo tiempo que su sonrisa se borraba, ahí no terminaría todo, faltaba el acto final, así que tenía que prepararlo, el señor merecía una espectáculo, así que lo prepare frente a la puerta, pero antes, me volví a la habitación donde Clara se encontraba, acaricie su cabeza manchándola con sangre sin darme cuenta, y le dije que no sufriría mas, pero que se quedase allí, sus ojos lagrimeaban, estaba confundida pero feliz por una parte, ya después se lo explicaría, y al fin, escuche la puerta, seguido de un grito seco, al que corrí para presenciar, oh si, esa escena me gustaba más, había un cerdo con máscara de hombre asustado por ver a su mujer sin piel y con los senos descarnados y deambulando por el suelo, a excepción de su rostro, no, ese lo deje intacto, quería que lo viera como yo lo vi, que le torturara como me torturo a mí ,esa falsa sonrisa, pero, era su turno de conocer a la bestia, si, lo mate, pero antes, lo torture, ¡y lo viole también! Me rebaje como él para vengar a un ángel, me sentí como una mano justiciera sin piedad ni pulcro, luego, no sentía remordimiento, no sentía ya nada frente a una carnicería tal, apenas y se cómo lograr todo eso, me levante del matadero para ver a Clara, seguía parada espaldas al piano, me miraba con sus ojos azules, deseando una respuesta, oh volvería esa mirada infantil, lo sabía, pese a que estaba confundida, muy confundida, dudo que sabría con exactitud lo que hice, pero aun así, ella se acerco lentamente a mí, me puse en cuclillas, acaricie su cabeza una vez más, sentí sus frágiles brazos unirme a mí, me abrazo fuertemente, pero esta vez me tocaba a mí el turno de derramar lagrimas, pero, debía hacerlo, Clara, no perteneces al reino de los humanos, la separe lentamente de mi, y mis manos cubrieron su pequeño cuello, su expresión me miraba aun con cariño, mis manos fueron apretando cada vez mas fuerte su cuello, su vida iba disminuyendo al paso de que su cara cambiaba como una triste mutación, oh… perdóname, su corazón dejo de latir de manera lenta, más lenta cada vez, ese pequeño corazón que tanta ternura nos causo una vez, había quedado en… silencio… oh Clara perdóname, oh clara, te amo.

Pero oh pequeña Clara desearía haber hablado antes, desearía antes poder haberte rescatado del dragón, el dragón del capullo silencioso en que viviste… un agobiante e impotente silencio al que te sometiste cada noche, soportando los caprichos enfermos de un simple hombre en mascara de sociedad, ahora ha acabado todo en tragedia, tanto para el demonio que te ha arrebatado lo más preciado de la niñez, y de la vida, tanto al dulce ángel del que debería ser una bendición para nosotros. Clara, cada noche atacada fieramente por la depravación del ser humano, no hay culpa, así es el mundo, pero, ¿tenía que ser a ti? Me agobio cada noche al recordar todo lo ocurrido, me agobio el pensar lo que hice, saber que tú te rebajaste al nivel de nosotros los humanos, inocente ángel, ahora, tu recuerdo nos queda, desearía poderte recordar de otra forma, así que, yo un viejo moribundo de cáncer escribe una de sus memorias más obscuras de su vida, deseando que no hubieran sucedido, deseando cambiar al mundo pero no es posible, el mundo no merece ángeles, no merezco de tu bendición, ahora, siento que mi alma se va, no se a donde, pero, se que la tuya ahora está con mas seres alados como tú, oh Clara ahora, por fin hay silencio.




Luis Javier Cervantes del Angel - Historia inspirada en ¨amigo relleno¨ de Jason Yungbluth.

domingo, 30 de mayo de 2010

El Sueño

El sueño

31 de diciembre del 2075, 6 días antes de la catástrofe

Es fin de año, y este viejo perro de guerra se encuentra solo, sin familia, sin amigos, solo acompañado de un ave vieja, tanto como yo, desde que tengo memoria, la sociedad me dice que estoy enfermo, que debería de ir a un psicólogo, que simplemente estoy loco, nunca dude que tuvieran razón.


Estoy sentado en la acera de mi humilde casa, observando los cuadros y medallas que tan solo me traen recuerdos bañados en la sangre de inocentes... mierda, ¡no me arrepiento de nada!, el ruido de las balas y gritos de mujeres que ruegan no ser violadas y torturadas vienen a mi mente de una manera nostálgica ¡vaya! que tiempos aquellos, escribo mis memorias aunque sé que nunca serán leídas, faltan unas horas para el 2076, ¡ah! desearía volver al campo de batalla, pero ahora el sueño me está dominando, la vieja Madeleine reposa cerca de mí, los dos esperamos la muerte, y nuestro mayor deseo es morir en el campo de batalla, desearía que fuera posible... las memorias de un viejo suelen ser aburridas para las nuevas generaciones y aun mas para un ex militar, pero, ¿sería aburrida la historia de un ex-militar que venció al mismo diablo? lo dudo, recuerdo esa batalla cuando veo mi viejo rifle en cuyas almas de los que asesine están ahí, me persiguen y acosan queriéndome volver loco, pero ¡no me arrepiento! ¡si tuviera una segunda oportunidad les volvería a matar!, esa marca que aún conservo, ese chico, Abaddon, el único al que no vencí... aunque el tampoco me venció, a mi mente vienen tantas imágenes, sus ojos, su espada, vi a mi equipo caer ante su poder, sus cabezas rodar, escuche sus huesos romperse, su sangre en mi rostro, fue fascinante, y aunque ese chico lo haya negado, el lo disfruto tanto como yo, el nunca lo acepto, pero los verdaderos monstros somos nosotros los humanos, vaya imbécil.


Poco a poco comienzo a quedarme dormido, mi cabeza se tambalea mis ojos se cierran poco a poco, veo... tinieblas, todo esta obscuro ya ¿estaré muriendo por fin? al parecer si, por que veo el infierno, pero para mi es el paraíso, la ciudad esta en ruinas yo me siento mas joven que nunca y Madeleine volaba entre el fuego infernal, hasta posarse junto a mi brazo, exclamando su grito de guerra, luego de entre los escombros dos grandes alas blancas relucientes por su color tan puro, brillaban más intenso que las llamas infernales, abriéndose, dejando caer plumas blancas, por instinto, yo le apunte, ¡mataría todo lo que se moviese! ¡Cuando de repente el hermoso sonido tan familiar de las balas me despertó! era ya el 2076... aun no había muerto, aun no estaba en el infierno... en mi paraíso.

No existe el mal... todo está bien


3 de Enero 2076, 3 días antes de la catástrofe.


Han pasado ya 3 días... y aun tengo el mismo sueño, aun no eh muerto, diariamente me levanto abrazando mi viejo rifle ¡el me pide volver a las viejas andanzas! desde aquel sueño no eh salido de casa, escondido en mi madriguera deseando que entre el cazador para convertirlo en presa, Madeleine se comporta en forma extraña, al levantarme de mi cama ella se acerca a mi y deja que la acaricie, luego de un instante ella de posa magistralmente un retorcido árbol cercano a la casa, y vigila, espera al enemigo, al igual que yo.


Me eh puesto mis pantuflas y estaba dispuesto a bajar a desayunar pero, para mi sorpresa, encontré mi armario abierto y ¡ahí estaba! majestuosamente posada frente a mí, mirándome con sus incandescentes ojos rojos, apagados por el frio paso del tiempo, era como el viejo álbum de recuerdos familiares para mi, llamándome otra vez... era mi vieja armadura de guerra.


En el año 2025 el gobierno estadounidense nos proporciono la mejor tecnología de exterminación que poseían, el juguete que todo perro de guerra como yo deseaba, era una gran armadura color negra, moderna y bien armada, el casco seguía siendo como el de siempre, pero en cambio este contenía una máscara anti gas parecida a la de los pilotos, y el sistema de visión, era lo mejor de todo...pocas veces lo utilice, pero puedo recordar el miedo en los rostros de mis victimas, eran dos simples luces rojas, inexpresivas... solo dos luces rojas, redondas, los veía fijamente, sin expresión...sin piedad alguna.


Pero fije especialmente mi atención al hombro derecho de mi armadura, recordando nostálgicamente la razón de aquel símbolo... el hombro derecho de la armadura tenia la bandera de los estados unidos, pero en ese entonces yo tome un cuchillo, y desgarre la imagen de la bandera con la frase, kill.


Luego de salir de la correccional de menores a los 17 años y me enliste en el ejercito, no querían aceptarme, pero, mmm supe arreglármelas, en aquel entonces la tercera guerra mundial estaba a punto de estallar, seguíamos en guerra con los gusanos árabes, me convertí rápidamente en el mejor soldado, muchos decían que no tenia piedad, que no era un humano, incluso entre los mismos soldados estaba enfermo... me decepcione de todos ellos ¡que bola de maricas! ¿tener piedad en tiempos de guerra? ¡maricas! los mate a todos, les corte los miembros, hice mierda sus débiles cuerpos con armas, los torture física y psicológicamente, había incluso soldados que se negaban a violar a las mujeres que robábamos, había quienes se negaban a matarlas luego, y matar a sus hijos frente a sus ojos.


Fui considerado criminal de guerra por ello, siempre respondí lo mismo, no me arrepiento de nada ¡denme una segunda oportunidad e intentare hacer que sufran el doble! hasta que llego mi general... justo en el año 2025 el me ofreció la oportunidad de comandar un escuadrón en una misión especial, bañado en la emoción y el morbo al que siempre entregue mi alma acepte, luego de ello el me pregunto


-¿te consideras un hombre malo?- a lo que yo le respondí -¿hombre malo? que expresión mas estúpida, ¿sería bueno el hombre bueno sin el malo? yo solo mantengo el equilibrio- acto seguido el rio y me respondió -valla que somos diferentes, el me dio las ordenes y emprendí partida con mi nueva armadura.


varios años estuve siguiendo algo que ni yo sabía que era, podía sentirlo... había algo que guardaba un profundo odio hacia mí, no sé quien pero se porque, fue por la familia, esa familia de origen alemán, de cual la hermosa chica de pelo negro y la niña pequeña fueron las únicas dos sobrevivientes lo recuerdo... oh que dulce tragedia, nunca lo negué, yo naci para ser una rata, naci para disfrutar de los placeres mas bajos que la vida nos ofrece ¿por que escribí la palabra kill? yo no sirvo a mi país, yo lo hago por el simple placer enfermo de provocar dolor, y de sentirlo, no soy un hombre malo, nadie lo es, todos somos hombres...todos somos monstros.


Otra vez... dormido en mis pensamientos... espero la muerte... espero el sueño, pero esta vez no, no es el mismo sueño, escucho risas, risas de todo tipo risas, escabrosas y dementes, risas inocentes y alegres, pero, sigo en el infiero, las llamas lo cubren todo, Madeleine no esta... pero si observo a mi general... el no menciona nada solo me mira fijamente, su rostro no es como el de siempre... su rostro es como el de un ridículo payaso, pero no como un payaso cualquiera, pareciera más un arlequín en blanco y negro, su expresión... me asusta y eso no es normal, ¡en mi cabeza resuena una palabra a la velocidad de un disparo!, me hace despertar... mátalos...eso me levanta el animo.


¿En verdad crees que haces el bien? no habría luz si no existiera la obscuridad


5 de Enero 2076, unas cuantas horas antes de la catástrofe.


Hay demasiada tranquilidad ahí afuera mientras mi mente está preparada todo, me gustaría que mi cuerpo también, pero, se que hay una última batalla que libras, mi general me lo ah dicho, el es el único que comprende que no estoy loco, haya afuera, escucho el sonido de los arboles como siempre, escasos autos pasar por los suburbios por sus propias razones, una pareja de novios diciéndose banalidades de *amor* al oído, se que la intención de el muchacho es solo sexo, creo que yo lo hubiera hecho de una manera, menos sutil, puedo escucharlo todo atentamente haya afuera, desde el que debería ser mi lecho de muerte, ¡pero no lo será! ¡aun debo ver la sangre ajena en mis manos! ¡vamos Madeleine, sacude el polvo de tus lados! levanta el vuelo junto a mí y volvamos al campo de batalla! el dolor en mi corazón aumenta mas, esta a punto de pararse, todos dicen que se ven la vida ponerse ante tus ojos, pues yo solo veo un payaso, un maldito payaso que me da escalofríos, incluso a mi, el mal no existe... pero creo que él la excepción a la regla, Madeleine levanta vuelo, pero no puedo ver a donde, mis ojos se cierran poco a poco y el ocaso de mi vida puede sentirse ya frio en mi alma, cierro mis ojos ya resignado, pero, oh sorpresa escucho el reloj... falta media hora para la media noche, tengo esa sensación como si muchos mas estuvieran esperando impacientes esa hora, la media noche del 6 de enero, la biblia dice que es cuando los tres sabios le dieron sus regalos al niño Jesús, pues yo estaba seguro que esto sería algo diferente... algo muy diferente, se que los fantasmas de mi pasado revivirían una vez más para darme el enfermo placer que espere luego de mi forzado retiro de la militar.


mis ojos están cerrados, de nuevo escucho risas, campanas, siento lo ardiente del fuego, puedo oler la pólvora, escuchar gritos y el olor a sangre invade el ambiente, el payaso se acerca a mí, si, ¡él es mi viejo general! puedo sentir su asquerosa y escalofriante presencia que a mil guerreros hizo pedir clemencia, el bufón que mato al rey, el que ahora me daría mi último deseo... su cara pintado en blanco y negro con esa asquerosa sonrisa me miraba morbosamente, vestía un traje militar de alto rango con una seria de cruses de cabeza en lugar de medallas junto con pequeñas cabezas chorreantes de sangre el lugar de botones, solo pude oír su extraña voz que no podría describir aunque intentara hacerlo, me dijo -ve ya con tu placer- y en ese instante abrí los ojos desperrado por un pitido ensordecedor seguido de muchos gritos incesables, niños, hombres mujeres, incluso animales, la música del dolor resonaba nuevamente en mi alma y así recobre mis fuerzas, mi alma pedía otra vez volver a las andanzas, esta vez seria tal y como siempre quise, ¡yo y Madeleine, contra cualquier cosa que estuviera viva! ¡yo había vuelto a la vida por última vez! pero, ¿qué estoy esperando?, escuche fuertes toquidos en mi puerta, era obvio había una nueva guerra y esperaban que yo fuera su próxima victima, estos novatos esperan matar a un perro vieja como yo, pues creo que aun no, me puse mi armadura otra vez, tome mis materiales de trabajo nuevamente y ante que lograran abrir la puerta ¡bum! ¡hice mierda sus entrañas con mi arsenal! no podía contener la emoción así que reí como el viejo psicópata que soy, Madeleine volaba entre el fuego y lanzaba un alarido de guerra has llegar a mí, ahora es hora ya de partir a buscar batalla, a matara a estos gusanos religiosos que esperan purificar almas, a matar culpables y ladrones, ricos y mendigos, ¿matar? los hare sufrir a mi placer, sentiré el placer del dolor en masa, lentamente rápidamente ¿qué más da? de la forma que sea será una obra de arte, esta es la noche ¡esta es mi noche! en que las puertas del infierno han sido abiertas... en mi paraíso.


ahora este viejo se despide, dejando aquí su última memoria, si alguna vez llegas a encontrar este viejo diario, se ya que no soy una mala persona, solo fui alguien más que le dio color al mundo de una u otra forma, no digo que seas como yo, pues no quiero que todos sean como yo, pero si se que algo has aprendido de este viejo perro de guerra, que fui un humano un artista.


Haz de un arte tu vida.